DIRECTA. Tracey Emin no tiene pelos en la lengua al defender su trabajo. / CARLOS MORET
Sociedad

«La gente cree que me conoce porque conoce mi obra»

«Ninguna de mis piezas es fruto de la casualidad», afirma la creadora londinense

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Si 'Tracey Emin. 20 años' fuera una película, su banda sonora podría incluir 'Walking on the wild side' de Lou Reed, 'Cocaine' de Eric Clapton y el 'God save the Queen' de los Sex Pistols. Algo relajado y sombrío, atractivo y canalla otro poco y de rabia ensordecedora por momentos. Así es la charla con Tracey Emin. Poco amiga de las entrevistas, la artista británica no se corta a la hora de defender su propuesta.

-Su vida cotidiana se presenta como el asunto central de su obra; sin embargo, artistas de su generación como Damien Hirst o los hermanos Chapman presentan propuestas absolutamente al margen de sus biografías. ¿Por qué entonces los encuadran en los Jóvenes Artistas Británicos?

-La gente cree que me conoce porque conoce mi obra. A veces cuando estoy en el metro de Londres la gente se acerca para abrazarme y eso es un problema porque creen que me conocen, pero no o bastante como para darme un abrazo.

-Entonces, ¿su manera de crear tomando como referencia su propia vida se ha convertido para usted en un arma de doble filo?

-No, no, no. Lo que se ve colgado en las paredes es arte, por eso está en una galería. Eso es lo que la gente tiene que aprender. Pero mucha gente no lo entiende... ¿Puede distinguir mi acento?

-¿Perdón?

-Que si puede distinguir mi acento, que si me entiende cuando le hablo en inglés.

-La verdad es que sí. ¿Por qué?

-Pues porque a veces los críticos hacen bromas con mi acento, porque es muy fuerte, duro, tosco y no es agradable para ellos, para su sensibilidad. No les gusta que hable así y haga arte. A los críticos les parece que alguien que habla como yo no tendría que tener identidad, ni cultura y entonces me atacan por lo que ellos creen que soy.

-¿Cree que esos críticos, al atacar su obra, lo que en realidad desaprueban en su manera de vivir?

-Por supuesto que sí. Hace diez años le dice a un crítico 'Cuando te vas a casa y te estás follando a tu mujer, estás pensando en mí. Porque yo hago posible que tú cobres para pagar tu hipoteca, para follarte a tu mujer y por la noche llevar a cenar a tu amante. Todas las mierdas que has escrito sobre mí esta semana han servido para pagar eso'. Se puso como loco.

-¿Y por qué le afecta tanto lo que diga la crítica?

-¿Joder, claro que me afecta! Imagine que usted trabaja duro, piense en todo lo que escribe y todo lo que publica y que todo el mundo dijera que eso es una mierda. ¿Supongo que le afectaría! ¿Le haría llorar, sobre todo si no es verdad que sea una mierda! Hay críticos que son despiadados conmigo y hay otros que dan una valoración sobre mi obra, lo comentan y en ocasiones yo les digo 'Tienes razón, tendría que haber hecho eso de otra forma'. Claro que le puedo dar la razón a un crítico. Pero tengo que escuchar cosas muy viles sobre mi obra. Si los críticos escribieran de una hermana suya lo que escriben de mí, creo que usted tendría ganar de darles un puñetazo.

-¿Por qué cree que su obra produce reacciones tan viscerales?

-No sé por qué, pero mi trabajo cala mucho en la gente.

-¿Cree que ese enfado puede deberse a la incomodidad que generan las cosas que muestra?

-¿Sabe lo que le digo? Creo que en el fondo, muy en el fondo, les pasa eso, lo que ocurre es que nunca lo van a reconocer.

Un sitio para el pudor

-¿Hay algo de su biografía que no incluya en su obra?

-¿Por supuesto que sí! Yo no vomito, cojo el vómito, lo cuelgo en la pared y digo que eso es arte. Ninguna de mis obras es fruto de la casualidad. Hay muchas cosas sobre las que no hago arte. Personas, lugares o situaciones que no están en mis obras. Me autocensuro mucho en mis obras. Por ejemplo, si yo me cago, eso no es arte. La gente no sabe distinguir. Por ejemplo. Mi gato, al que adoro, desapareció durante una semana y entonces puse unos carteles por Londres para pedir ayuda. No puse ni mi nombre ni mi número de teléfono. Coloqué cien carteles. Al día siguiente habían desparecido. La gente los había puesto a la venta en eBay por 500 libras. Eso no es arte, es una crueldad.

-¿Cree entonces que todo se le ha ido de las manos?

-¿El qué?, ¿mi obra?

-No sé si su obra, per sí lo que provoca su trabajo.

-Hace veinte años, los presentadores de informativos no se echaban a llorar con una noticia, no existían los programas del tipo 'Gran Hermano', ni se televisaban las crisis personales de la gente ni había este montón de revistas hablando sobre situaciones que a menudo no son reales. Ahora es todo el tiempo. Parece como si tu vida fuera retransmitida; pero no hay nada vulgar en lo que hago, mientras que muchas de las cosas que vemos sí lo son.

-Sin embargo, sus obras pueden parecen un 'reality show' de su propia vida.

-Pues quien piense eso es tonto. No me voy a preocupar de ese tipo de personas. Imagínese por ejemplo una pirámide. En la cima hay un grupo muy reducido de personas, lo que realmente entienden de arte, los que están realmente preparados. Y en la base está la gente joven, incluso los poco instruidos. Pues bien, a los de arriba y a los de abajo les encanta mi obra. El problema son los de enmedio. Esos son los peligrosos.