RESISTE. Rafael Benot en la galería de Ramón de Carranza en la que prepara una nueva muestra. / M. GÓMEZ
Sociedad

El arte de la crisis

La situación económica ha vaciado de clientes las galerías de la provincia, que ven caer sus ventas un 90% y exigen ayuda a las instituciones

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El imparable dominó del que hablan las páginas de economía como un oscuro augurio no respeta ni la cultura. Al descalabro de las economías familiares y las restructuraciones -cuando no el cierre- de las empresas se suma el vacío enorme en las cifras del mercado del arte. «El cliente medio, coleccionista privado o el aficionado han desaparecido de las galerías desde hace meses», dice Jack Neilson, de Neilson Gallery (Grazalema), que dibuja un cuadro económico desolador para los vendedores de arte en la provincia.

Rafael Benot es el gerente de una de poquísimas galerías que resisten el temporal en Cádiz ciudad, la única que abre todo el año. No quiere ser «catastrofista» y mantiene la esperanza de que pase la calma chicha en la que transcurren los días enteros sin vender una obra en su establecimiento de Ramón de Carranza. Siendo «optimista», relata unos datos que hielan cualquier cuenta de resultados. «Las ventas en general han caído al menos un 90%», dice el galerista, que admite que, de por sí, abrir una tienda de arte en Cádiz es una apuesta «más que arriesgada». «Aquí no hay coleccionismo».

Y pone un ejemplo. En algún lugar fue la última muestra que programó con trabajos de Luis Quintero, autor del monumento a la Constitución de 1978 en las Puertas de Tierra. La horquilla de precios de las obras se movía entre 500 y 3.000 euros. «En tiempos normales hubiéramos vendido entre 7 y 8». Solo se vendieron tres.

El arquitecto británico Jack Neilson y su familia se embarcaron hace seis años en una aventura casi utópica: abrir una galería en plena Sierra de Cádiz. En Grazalema lucha por su supervivencia la Neilson Gallery ante un panorama ya de por sí difícil por la falta de un público comprador en la zona.

«Abrir una galería aquí es ya de por sí una gran aventura», dice Jack Neilson que asegura que el pequeño coleccionista privado, «el cliente que viene a la galería y compra» no aparece «desde hace meses». Si acaso, algún día de suerte, pueden hacer caja en directo con «pequeños grabados y obras muy baratas», dice. «Vender al público normal una obra de 800 euros es algo muy raro ya», asume.

El público que se acerca a una galería es, como el que acude a una zapatería, heterogéneo por naturaleza. En el caso de la galería de Grazalema, la parte del pastel que proviene de amantes del arte con presupuestos reducidos -al menos para lo que se despacha en este mercado- se ha esfumado, aunque otros públicos ligados a un mundo global siguen adelante en sus compras. «Todo esto es muy raro, porque al mismo tiempo que desaparece el cliente de toda la vida, hay gente que sigue llamando de otras partes del mundo para hacerse con obras que les gustan».

Estos son los que permiten no echar el cierre al negocio aún, aunque Neilson también relata cómo han crecido «los clientes que ven las obras por internet y algunos coleccionistas privados internacionales conocidos en el mundo que siguen comprando grandes obras».

En Chiclana se puede encontrar otra de estos establecimientos en peligro de extinción en un tiempo en que las empresas han echado cuerpo a tierra. Se trata de la galería Gades, que regenta Ángel Parejo y que se une a sus compañeros en reconocer lo «especial» de una galería de arte en Chiclana. «La gente no se acerca ni a mirar los precios», admite. «Los que antes compraban algo haciendo malabarismos con el dinero me dicen que ya no pueden», asegura Parejo que ha vendido solamente dos cuadros de la muestra colectiva que expone desde hace más de un mes con algunas firmas que lo venderían todo normalmente, como es el caso de Paco Aguilar.

Ramón de la Rosa está especializado en la venta de arte, aunque en los últimos meses ha colaborado con exposiciones institucionales, como las que ha organizado el Ayuntamiento de Cádiz. En su caso, admite que la sensación de los artistas es de «un fuerte parón» y se aventura a dar una razón, además del recorte en los bolsillos de las familias. «La caída del mercado inmobiliario tiene mucho que ver en el pequeño coleccionista. La gente no compra casas, así que no las decora», dice.

Ese es el caso de los pequeños amantes del arte, diferente del de los grandes compradores. El artista de La Línea Javier Velasco está en la primera línea del arte español y asegura que sus ventas no han sufrido en los últimos meses, aunque advierte que esto va a cambiar pronto: «los grandes coleccionistas ya han avisado de que tienen previsto invertir mucho menos que hasta ahora».

En esta situación, los galeristas piden la ayuda de las instituciones o al menos, que estas no entorpezcan. Rafael Benot insta a los ayuntamientos a que «compren en la galería y no en el estudio del artista. Así es más legal», explica. Los establecimientos reciben un porcentaje -entre el 10 y el 40%- de la transacción a cambio de la exposición y promoción del artista en la muestra y que se pierden si son puenteados.

Ángel Parejo también denuncia esta práctica que califica como «un asalto y una falta de respeto vergonzosa a la galería que le da infraestructura, currículo y escaparate al artista» por parte de «las mismas instituciones que critican el top manta». El responsable de Gades pide apoyo de las empresas y organismos para un espacio cultural que mantienen «con una apuesta por la calidad pese a las vacas flojas». «Animamos el debate cultural, pero no puede ser un monólogo. Tienen que contar con nosotros para plantear y sostener iniciativas en estos espacios», concluye.

apaolaza@lavozdigital.es