Cartas

Prejuicios de ayer y hoy

Según el juicio de los más afamados médicos, las perturbaciones cardíacas, la debilidad espinal, la enteritis crónica y un sinfín de enfermedades, y de un modo especial, la sífilis, son extraordinariamente triste herencia del pecado deshonesto. Tal eminente científico que así se expresaba era el jesuita Valentín Inicio.

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Los heliógrafos del nuevo plan de vida que se les impuso a los españoles durante la dictadura pregonaban, megáfonos en ristre, estrofas tan bellas como «pecador, no te acuestes nunca en pecado, no sea que despiertes ya condenado».

En la actualidad vuelven a nuestras calles y plazas, a nuestros medios de comunicación condenando a los homosexuales, oponiéndose a que sus uniones se llamen matrimonio.

Sus condenas más allá de las repercusiones mediáticas tienen el valor de un ataque a la libertad, a la sexualidad libre y al respeto que le debemos a cualquier ser humano ya tenga de compañero de cama a un hombre o una mujer. Decía don Juan Ramón Jiménez, «los colores que saca la luz a los cuerpos, me levantan, me excitan, no me deja morir; las ideas que saca la sombra a las almas, me perturban, me excitan, no me deja vivir. Y decimos nosotros viva el amor y mueran los prejuicios».

Pedro José Narváez Benítez y Juan Manuel Canle Durán. Cádiz