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«Vinieron a la guerra»
Los indios están seguros que los yihadistas fueron enviados por Pakistán y consideran que fue una acción bélica
Actualizado: GuardarNikhil se enteró de la cadena de atentados que sufrió Bombay cuando terminó sus clases en la Universidad de Ingeniería de Aurangabad, en el mismo estado de Maharashtra donde se encuentra Bombay, pero a más de diez horas por carretera. Se montó en el primer autobús y viajó hasta la capital «para luchar por salvar a mi país». Como él, decenas de jóvenes venidos de distintas partes del estado siguieron la evolución de las operaciones militares en primera persona desde los cordones militares establecidos por las fuerzas de seguridad. Provisto con un pañuelo como única arma, Nikhil no duda de que «Pakistán está detrás de todo esto, sólo ellos son capaces de una cosa semejante. Tienen envidia de nuestro progreso y quieren frenar la buena marcha de India a cualquier precio».
La operación terrorista contra el corazón financiero indio ha vuelto a hacer temblar una vez más las ya frágiles relaciones entre dos países que desde hace sesenta años viven en permanente estado de tensión. La partición de India en 1947 y el florecimiento en los últimos años de un nacionalismo hinduísta para hacer frente al gigante musulmán -presente en las escindidas Pakistán y Bangladesh, pero también en la propia India donde los seguidores de Mahoma son más de 150 millones- ha vuelto a salir a la luz en unas jornadas en las que todo el mundo ha vivido atento a los sucesos de Bombay.
La dicotomía de la acción terrorista, que por un lado siguió con la línea habitual de asesinar a ciudadanos indios de manera indiscriminada como en anteriores ocasiones, pero que añadió la novedad de poner en el punto de mira a extranjeros, provoca en los ciudadanos el deseo de conocer cuanto antes quién está detrás del ataque.
Las autoridades indias han señalado directamente a Pakistán y así lo han declarado tanto el primer ministro como el responsable de Exteriores. El grupo Laskhar-e-Taiba respondería con el perfil de grupo que atenta contra intereses indios, pero la segunda cara de la operación, la más internacional, conecta de forma directa con el modus operandi de las células de Al- Qaeda, que hasta ahora no habían expandido su yihad a este país. Islamabad, con el presidente Zardari a la cabeza, niega cualquier implicación y ofrece el envío de expertos del ISI, la agencia de seguridad nacional y una de las principales sospechosas de crear grupos como Lashkar-e-Taiba para combatir de forma asimétrica en Cachemira, para esclarecer lo sucedido.
«Vinieron a hacer la guerra, pero nuestros soldados les han derrotado ¿Viva India!». Vijay Pawde es funcionario del Ministerio de Agricultura y piensa que estas acciones «no tienen nada que ver con la religión. Los musulmanes de india son indios ante todo». Las principales fuerzas legales musulmanas del país han condenado la acción y la han calificado de «no islámica», pero ya se han escuchado algunas voces que temen las represalias en un futuro próximo.
Pero en India la lucha de sectas no sólo afecta a hindús y musulmanes, también los cristianos, que son apenas el 2% de la población del país, conocen el poder del nacionalismo hinduísta.
El pasado verano varios cristianos fueron asesinados en el estado de Orissa tras la muerte del líder de RSS (Rashtriya Swayamsevak Sangh, la Organización Nacional de Voluntarios), Swami Laxmanananda Saraswati. Este movimiento ultraconservador se alimenta de sucesos como el de Bombay para reforzar el odio ante las demás sectas, y éste es el gran temor que muestran ahora algunos analistas indios.