Cultura musical
Mientras degustaba la Malagueña del compositor navarro Pablo Sarasate, que bajo los arcos neomudéjares del Casino Gaditano interpretaba la gaditana Claudia Sansón -con cuyos sones echó a andar el VI Festival de Música Española- he reflexionado sobre las entusiastas palabras de Rosa Torre, la Consejera de la Junta de Andalucía, que nos animaba para que profundizáramos en el binomio Cádiz-Música y para que, entre todos, devolviéramos a nuestra ciudad su condición de gran capital de la música.
Actualizado: GuardarRecordando algunos de los músicos de nuestra provincia, he tratado de sondear esa dimensión espiritual que emerge de la música y que al ofrecernos la posibilidad de disfrutar de unas experiencias sublimes, nos proporciona unas fuerzas interiores, una fantasía creadora e, incluso, una perseverancia disciplinada para que recreemos una vida más placentera.
Es cierto que el «completo» índice de registros que recoge este certamen «plural» que viaja desde el Renacimiento a la actualidad, pasando por la música sinfónica, por el flamenco y por la electrónica hasta llegar al pop rock, a un puñado de gaditanos -casi los mismos que acudimos a las demás muestras artísticas- nos ha suministrado un disfrute variado e intenso, pero mucho me temo que, si este programa no se completa con una serie de actividades educativas a lo largo de todo el curso en los centros de enseñanza, nuestra cultura musical seguirá siendo raquítica y minoritaria.
Hemos de tener claro que, si se pretende elevar el nivel cultural de toda la población, es urgente que, además de mantener estas programaciones, se busquen y se apliquen nuevas metodologías de acercamiento de las obras de arte a esos sectores que habitualmente no asisten. En más de una ocasión he insistido en que deberíamos inventar fórmulas novedosas y prácticas que privilegien, sobre todo, la progresiva incorporación de los niños y de los adolescentes al disfrute de la buena música.
Estoy convencido de que, para que la música -la manifestación que, a pesar de su sensualidad, es la más espiritual de las artes- pueda constituir una fuente de vivencias profundas y desarrolle todo su inmenso poder transformador de la sensibilidad, es necesario una continua y dilatada educación del gusto. Este festival podría servir de estímulo para que se ampliara los programas de actividades formativas, de conciertos didácticos para los niños y de actuaciones para los más jóvenes con el fin de que se fuera elevando el nivel de nuestra cultura musical.
Es posible que a la corta resulte más rentable políticamente fomentar esos espectáculos que excitan las pasiones, pero es seguro que, a la larga, la inversión en una labor educativa elevará nuestro gusto artístico y, a través de él, esas otras facultades espirituales que nos ennoblecen a los seres humanos y que contribuyen positivamente a combatir la anorexia cultural, a fomentar la paz y a construir un mundo más sano, más justo, más libre, más solidario y más grato.
La experiencia de muchas ciudades de Europa nos demuestra cómo una acertada política de pedagogía cultural puede lograr que, gradualmente, se vaya incorporando un mayor público a estas propuestas musicales que proporcionan tan intensas emociones. Estamos convencidos de que este regalo que nos ha hecho la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, no sólo se repetirá los años venideros sino que, además, si colaboran las otras administraciones públicas y las entidades privadas, la música en Cádiz tendrá un prometedor futuro.