ENMIENDAS AL PARADIGMA

Nuevos caminos de perfección

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A lo que parece, hay quienes han llegado al convencimiento de que el mayor obstáculo para que la virtud se extienda y progrese socialmente radica en el carácter abstruso del propio discurso ético. Convencer de la bondad de determinadas acciones, justificar la necesidad de obrar el bien, o argumentar contra las malas prácticas, va perdiendo ya sentido en esta sociedad nuestra del cansancio infinito. ¿Quién atiende ya a un discurso ético trabajosamente articulado, hecho de sutilezas conceptuales, de palabras cuidadosamente escogidas, de ideas elaboradas con minuciosa precisión, de argumentos complejos y exhaustivos...? Al vincular conocimiento y virtud, nuestra tradición filosófica puso el listón a una molesta altura: para obrar bien se hacía preciso saber antes qué es lo bueno. Así no hay manera.

Menos mal que hoy existen empresas de servicios, o gente con sentido práctico que, sin apenas molestias para nosotros, gestionan y conducen a buen puerto nuestros buenos deseos, nuestros sentimientos morales, nuestras inclinaciones éticas. Para ello no es necesario atender ya a ningún tipo de moraleja, ni asumir idea o ideología alguna, y menos interpretar complicados mensajes: basta responder a la llamada que se nos hace en nombre del amor comprando un determinado producto. El lado moral del ciudadano consumidor se conquista, como no puede ser de otra manera, consumiendo. Le llaman «consumo solidario». Sencillo, limpio. Es la ventaja de vivir en la sociedad de las mil facilidades.

La última manifestación de esta tendencia es la edición y venta de calendarios donde se exhibe gente ligera de ropa, pero sin pasarse, para que el amor no degenere en lubridio. Bomberos, azafatas , cualquiera con un cuerpo no demasiado por debajo del diez, puede fomentar y hacer posible esa o aquella buena acción que de otra forma uno nunca acaba de llevar a cabo, por pereza. Un éxito. Los calendarios se agotan rápidamente. Hay mucha gente que quiere hacer el bien, pero que no lo hace por no saber cómo, por desconocer qué es y qué no es lo bueno; gente que necesita menos parafernalia mental para actuar El calendario sustituye a un largo y complicado proceso de concienciación, siempre arduo e incierto. Es una eficaz invitación a la ética, ya que, después de todo, desemboca en la buena acción que se persigue.

En esto del camino abreviado hacia el perfeccionamiento ético había un precedente que pusieron en práctica algunas ONG, y que, al parecer, va perdiendo fuelle: la presentación de realidades truculentas, feas, lastimosas, tremebundas Poco a poco van desapareciendo de nuestra vista barrigas imposibles, rostros marcados por la tragedia, cuerpos despanzurrados, infraviviendas destrozadas , e incluso aquellas pinturas heroicas realizadas por gente sin manos ni brazos van resultando ya un tanto excesivas para el gusto de nuestros días. Para movernos a la ética es mejor que nos presenten una realidad desdramatizada. De lo contrario, parece que nos están invitando a hacer algo importante, y nos repele. Lo que no pueda conseguirse hoy con unos toques de humor, con unas gotitas de desenfado, con unos pases de baile, con una ocurrencia original, con un sencillo gadget

No recuerdo quién decía que la gente no busca razones, sino excusas, para hacer lo que quiere hacer. Posar para un calendario es un privilegio reservado a muy poca gente; comprarlos, sin embargo, es una excusa asequible para acrecentar nuestro patrimonio ético. Después de todo, es mejor el calendario-expositor de cuerpos, u otras amables iniciativas similares, que obligar a niños, jóvenes y adultos a conocer la motivación, el valor y las consecuencias de sus actos. Y más aún si hay quienes buscan excusas y se obstinan en hacerlo en inglés.