Magisterio
Bien está que el Premio Cervantes haga justicia a uno de los grandes maestros de la narrativa española contemporánea, aunque el galardón implique ahora el recuerdo de un retraso ya convertido en inexplicable. Porque, sencillamente, las letras españolas y la cultura institucional de este país tenían hace ya tiempo una deuda con el autor de una técnica depurada y rigurosa, de una calidad narrativa asentada en un vasto territorio literario y cinematográfico y de una sensible mirada que confunde deliberadamente la memoria con los sueños, la ficción con la realidad y la nostalgia de lo vivido con la crítica o la parodia ante la evolución de una sociología bien reconocible.
Actualizado:Una deuda de homenaje y reconocimiento, pues, con quien devuelve la novela al terreno cierto de su auténtico objetivo, esto es, a la idea de contar historias que seducen e introducen al lector en los espejismos de una vida poblada de sentimientos, de los que surgen en una aparente simplicidad y con un sorprendente orden situaciones, personajes y escenarios que conforman un mundo estético singular.
Con todo ello, y con una gran claridad y sencillez, Marsé ha encumbrado y prestigiado el oficio literario, enlazando sus vivencias, sus recuerdos, sus opiniones y sus desengaños en una aventura narrativa de indudable fidelidad creativa. Así pues, ahora el Premio Cervantes le reivindica y le reconoce oficialmente su magisterio literario, aunque ya tuviera antes esa otra aceptación mucho más importante de los que admiraban el embrujo de un sencillo contador de historias.