Opinion

Focos de inestabilidad

El secuestro del fotógrafo español José Cendón cuando trabajaba en un reportaje sobre la piratería en Somalia y el regreso de la violencia a las calles de India, que sacudió la estancia en Bombay de sendas delegaciones de la Comunidad de Madrid y del Parlamento Europeo, han situado en primer plano dos problemáticas de diferente origen y envergadura pero que comprometen la integridad de poblaciones desfavorecidas y la seguridad internacional. Las víctimas provocadas por la cadena de explosiones y tiroteos registrada en Bombay subraya de manera sangrienta la inestabilidad que acecha al gigante asiático, sometido a la amenaza del terrorismo islamista y a la renovada presión de un maoísmo rearmado. El integrismo más radicalizado que podría encontrarse tras los atentados de ayer confirma la paulatina conversión del subcontinente indio en un bastión de la intolerancia y el dogmatismo violento, que busca extender sus áreas de influencia y proselitismo en sociedades permeables a las mismas.

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Un movimiento al que no es ajena la insurgencia somalí, que ha encontrado una vía de financiación indirecta a través del pujante negocio y factor de amedrentamiento del comercio mundial en que se ha convertido la piratería en el Índico. El rapto del reportero español, de un periodista británico y de otros dos somalíes acredita que quienes se han hecho fuertes imponiendo su ley en el mar están dispuestos no sólo a impedir cualquier escrutinio sobre sus actividades delictivas, sino a extender tierra adentro la estrategia del miedo que han transformado las costas del país en las más arriesgadas del mundo. El precedente del cautiverio sufrido hace apenas once meses por la cooperante Mercedes García anticipa un complejo e ineludible ejercicio de diplomacia por parte del Ejecutivo español en torno a la suerte que puede haber corrido José Cendón, en un territorio ingobernable que tiende a cada paso un nuevo desafío.