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VUELTA DE HOJA

El consejo de obama

MANUEL ALCÁNTARA
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El presidente electo de los Estados Unidos está demostrando su prometedora inteligencia porque busca apoyo entre los rivales políticos. Sabe que confiar entre los partidarios entraña grandes riesgos. Hay mucha competencia y la aspiración de todo inmediatamente inferior es ocupar el cargo del que le antecede, y los organigramas abundan.

En cambio, el rescate de opositores siempre está bien visto. No sólo demuestra presencia de ánimo, sino ausencia de rencor. Barack Obama ha pedido la ayuda republicana a sus primeras medidas económicas, inevitablemente anti populares. Sabe que hay que remar en la misma dirección para que el barco no se hunda, aunque los que bogan no piensen de la misma manera.

Su primera medida ha sido «eliminar los gastos superfluos» y ahí sí que viene el lío. ¿A qué se le llama superfluo? No por cierto a todo lo que es estrictamente imprescindible, que según algunos estudios es lo que necesita el camello. No hay que trabajar por el pan, sino por el aperitivo.

La austeridad es sin duda un valor, pero acomodarse a lo que es preciso para la subsistencia es horroroso. Ya sabemos que puede uno seguir viviendo sin darse ningún gustazo ni ningún capricho y sin decir de vez en cuando eso de «un día es un día», pero no es lo mismo vivir que durar.

Ofrecerle a un pueblo, precisamente al de más alto nivel económico, que viene una temporada larga en la que hay que suprimir lo superfluo no puede ser acogido con un entusiasmo descriptible.

No es que le falte razón a la esperanza negra: lo que creo es que le van a faltar seguidores. Le llaman edonismo al deseo de pasar lo mejor posible nuestra breve estancia en el mundo.

Todas las religiones han exaltado la austeridad. Incluso hubo un tiempo donde los anacoretas abundaban tanto que no se podía dar un paso por el desierto sin pisar a alguno. Ya no se llevan.