VUELTA DE HOJA

El vagabundo aventurero

Nunca hemos tenido menos dinero en los últimos tiempos, pero lo compensamos hablando mal del ausente. Es una forma de presencia.

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Jamás se han vendido menos pisos ni se han comido tantas hamburguesas. Es justo reconocer que esas albóndigas extensibles e indescifrables son más baratas que los pisos. La construcción de viviendas se ha reducido a más de la mitad y el apetito permanece inalterable. Lo que más se vende son pulseras GPS, que dicen que aseguran la protección de las víctimas de la llamada Violencia de Género. Muchos españoles, «cerrados de barba y de mollera», se han convertido en Barba Azul. Algunos se salen con la suya antes de ingresar en la cárcel, pero hay otros que ven frustrados sus proyectos. (Más de 80.000 condenados por maltrato desde 2005). ¿Qué está pasando? Quizá sea que lo estamos pasando peor.

El dinero, ya se sabe, es un vagabundo que gusta refugiarse en sitios seguros, pero la seguridad ha desaparecido y hasta las fortunas más sólidas echan de menos la liquidez. Una ligera euforia ha entrado por las rendijas de la Bolsa después de la inyección de 16.000 millones a Citigroup. ¿Qué poco dura la alegría en casa del rico! En la vieja Europa, que anda descalza metiéndose en los charcos, nunca se ha hablado tanto de dinero. Hasta los mendigos de los atrios de las iglesias tienen como tema favorito de conversación la entrada de Lukoil en Repsol, que está en peligro por la falta de financiación. Nos han convencido de que nos conviene a todos que los Bancos ganen mucho dinero, ya que en caso contrario no podrán prestarnos alguno. Debiéramos prohibirle que corriera aventuras. El capital es trabajo acumulado, según los economistas que comprenden que, como no se puede hacer todo a la vez, unos se inflan a trabajar y otros lo reúnen. En este momento, ambos sectores tienen dificultades, pero no son exactamente las mismas.