Socialmente comprometido
Actualizado: GuardarEn el prólogo de su libro Vivir para contarlo el escritor colombiano Gabriel García Márquez nos dice que «La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarlo». Si bien esa aseveración es cierta, y todos y cada uno contamos nuestra particular verdad de lo sucedido, no es menos cierto que cuando la mayoría, por no decir la totalidad, está de acuerdo con la misma versión, esa verdad con mayúsculas va tomando forma de ser cierta y única, incuestionable. Este es el caso de la personas que tuvimos la tremenda suerte de conocer y compartir algunos episodios de nuestra vida con Manolo Blanco.
Salmantino de nacimiento recaló en Jerez y finalizó sus estudios de medicina en Cádiz. Su compromiso social le llevó a dejar de lado cualquier afán de protagonismo en aras de la consecución del mayor grado de bienestar para las personas más desfavorecidas a las que se dedicó, más allá de su mera obligación profesional.
Corría el año 1978 cuando abandona su formación como residente, por aquel entones Hospital Fernando Zamacola (actual Puerta del Mar), para acudir como médico general a la barriada jerezana de La Granja. Allí, sin medios y con su solo esfuerzo y la ayuda de la asociación de vecinos, crea el embrión de lo que sería un Centro de Salud.
Su prestigio profesional y personal eran tan reconocidos entre los que por aquel entonces se formaban como la primera promoción de especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria que consiguió, a pesar de las trabas puestas por la Dirección Provincial de Sanidad, que los residentes de dicha especialidad acudieran a su centro para completar su formación. Programas de atención al niño sano, planificación familiar, consultas programadas, etc, que entonces no se conocían en los ambulatorios, ya se desarrollaban en aquel Centro, modesto pero modélico.
La Administración Sanitaria Andaluza no podía dejar pasar la oportunidad de contar con Manolo Blanco, y por ello participó en la Planificación del Mapa Sanitario de nuestra provincia. Un poco desengañado y ávido del contacto con sus pacientes y necesitado de poder brindarles su ayuda pronto volvió a la consulta.
La etapa de mayor reivindicación de un Sistema Sanitario público, universal, gratuito y accesible para todas las personas la desarrolló a través de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública (ADSP). Corría el año 1983, y digo si corría, visitamos muchas localidades y capitales andaluzas proclamando lo que por derecho reconocía la Constitución, y posteriormente fue desarrollado por la Ley General de Sanidad.
Ese año se celebraron en Cádiz las II Jornadas Nacionales de Debate sobre la Sanidad Pública. Manolo Blanco como presidente de la ADSP de Cádiz se ocupó de coordinar dicho evento. Los que colaboramos con él nos vimos desbordados. Con mucho esfuerzo, pero mucha más ilusión, supimos suplir la falta de medios. Durante tres días se reunió en la ciudad la élite de la salud pública. Desde los ideólogos del Sistema Nacional de Salud, pasando por representantes del Sistema Nacional de Salud Cubano, expertos economista de la salud, e incluso un representante del Ministerio de Sanidad del Chile de Salvador Allende.
Nuestro Sistema de Salud Andaluz aún estaba en ciernes, pero lo que allí se debatió sirvió de base para su actual configuración, como posteriormente reconoció el propio Consejero Pablo Recio.
Manolo creía en la sanidad pública. Para él el sistema debía mejorar la eficacia y la eficiencia de los recursos disponibles para una potenciación real de la Atención Primaria. Ideólogo de la asistencia a la persona basada en el modelo biopsicosocial planteaba la asistencia como algo integrador.
Su reciente jubilación le hizo abandonar su labor asistencial, y como siempre su entrega a los demás le llevó a emprender un proyecto basado en microcréditos para la consecución de asistencia sanitaria y educativa para la población de Mozambique.
Una rápida, y como se dice traicionera, enfermedad nos lo arrebató.
Como dice Mario Benedetti en su poema «La gente que me gusta»: Me gusta la gente que vibra/ que no hay que empujarla,/que no hay que decirle que haga las cosas,/ sino que sabe lo que hay que hacer y lo hace./ Me gusta la gente justa/ con su gente y consigo misma,/ pero que no pierde de vista que somos humanos.
Por eso nos «gustaba» Manolo.