LA CASAPUERTA

El circo de Maravillas

Cada vez que se anuncia la llegada de un circo a Cádiz rápidamente salta el levante. Da la impresión que al castizo y molesto viento le encanta el circo, en verdad, el circo es un bello espectáculo que tiene mucho de inocencia y naturalmente de magia. Pero no, el circo no ha llegado en esta ocasión a Cádiz aunque el levante haya saltado levemente. El circo se ha instalado en Madrid, y no precisamente en el famoso y legendario Circo Price, sino en el centro de la capital del reino.

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Fiel al espíritu de la ley del circo, inocencia y magia, el señor Bono, presidente del Senado, saltándose a la torera el reglamento y con el apoyo de sus amiguetes de la oposición, intenta colocar en uno de los muros del Senado una placa en recuerdo de una monja, hoy santa. La pobre sor Maravillas se ha quedado sin su placa como es natural en un país laico. Si el circo del señor Bono lo monta en Cádiz, no hubiese tenido ningún problema con lo que nos gusta a los gaditanos una placa por derecho.

Y el circo continúa. La señora presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ofrece 1.000 euros por cada insulto dedicado a los socialistas. Y con el guión circerse muy justito, casi agotado, pone el ventilador en el trasero del rinoceronte y todo huele tan mal que le hemos mandao el levante para que purifique el ambiente.

Mientras tanto, distraídos con esas memeces infantiles del señor Bono y su placa a sor Maravilla y con los mil duros que da la presidenta Alicia, la de las Maravillas, por otra memez infantil, el gaditano sufre en sus carnes como nadie el paro que, unido a la galopante crisis, lo trae por la calle de la Amargura. Menos placas y menos verborrea. Menos circos mediáticos y menos «gracia» en esos sagrados recintos de la libertad y del progreso. ¿Ya está bien!