La fuerza del talento (y II)
Luis Carvajal fue uno de los mejores aficionados que haya tenido el flamenco en Jerez
Actualizado: GuardarEscuchó cantar a Camarón cuando todavía era un niño. Decía de él que tenía un precioso eco gitano. Fue en una ocasión en el que el de la Isla al pasar por Jerez recaló en el Morao y Oro, un pequeño bar que el guitarrista Manuel Morao tenía al final de la calle Algarve. Apenas llegó, Manuel Morao llamó a su amigo Luis Carvajal para que lo escuchara. Al rato de estar cantando Camarón apareció Fernando Terremoto, el que sin templarse dicto el cante por derecho, una vez terminó le pidieron al de San Fernando que cantara otro poquito, a lo que el gitano rubio respondió: «Aquí no puedo yo cantar más, bastante tengo con escuchar».
Luis Carvajal puede que fuera uno de los mejores aficionados que haya tenido el flamenco en Jerez. Téngase en cuenta que pasó parte de su juventud en Morón, donde siempre hubo una buena tradición cantaora, con gitanos viejos poseedores de un gran conocimiento de cante como también del toque. Por ello que al instalarse en nuestra ciudad supiera valorar el cante de Jerez. Apenas pudo apostó por nuestro flamenco grabándole discos a Juanata, al Mono, a la Sayago de Sanlucar, a Fernando Terremoto, a quien llevó a grabar aquel primer disco de 45 revoluciones con el que formó un auténtico escándalo, siendo Manuel Morao el guitarrista que lo acompañaba. Fue la época en la que Manuel Morao le dio con su toque un verdadero empujón a la guitarra de acompañamiento.
Luis Carvajal también llevó a Madrid a la Paquera de Jerez, donde sacó aquel disco de 33 revoluciones que grabaron en El Teatro de la Comedia, porque entonces la casa Philips no tenía estudio de grabación. Es justo decir que todos los gastos corrían a cargo de Luis: viaje en su propio coche, pues él mismo conducía, comidas, noches de hotel y todo lo que conlleva -a ver qué aficionado hace esto hoy día-. En la actualidad, todo el que se acerca al flamenco porque dice ser muy aficionado a este arte es porque ve en él una forma de atrincar.
Luis Carvajal, además de ser un señor, caballero cabal de los de antes, lo único que hizo fue apostar por el flamenco y los flamencos de Jerez, cosa que le costó mucho dinero. El que tenga alguna duda puede preguntárselo a Manuel Morao, que seguro aseverará lo que escribimos. Su fino olfato en todos los aspectos le hacía apostar por todo lo que verdaderamente valía el esfuerzo. Tengamos en cuenta que entonces no era como ahora, que graba cualquiera. Había que ser bueno y además tener un padrino de la talla de Luis para poder hacer un disco. Apostó por artistas jóvenes que eran casi desconocidos pero que el sabía que tenían clase. Con el tiempo ha quedado demostrado. Fue buen amigo de Lola Flores, a la que ayudó en su momento, por lo que la genial artista cada vez que lo veía siempre le mostraba su agradecimiento con efusividad y cariño.
Su afabilidad, simpatía y don de gente, lo hacían ser un hombre muy bien relacionado a todos los niveles sociales de nuestra ciudad. Su carácter emprendedor y de especial visión comercial, lo llevaron a montar un buen número de sucursales por la provincia de Cádiz, como también en Ronda, llegando a tener una importante cantidad de negocios abiertos al público.
Conversador
A estas cualidades reseñadas habría que sumarle también la de ser un gran conversador y buen amigo de sus amigos, pues le gustaba de cultivar la amistad. De entre sus mejores amigos recordamos a Fernando López Garrido, Pepe González de la Peña, Antonio Caballero y Pepita Morales, Eloy Estévez, Paco Guerrero, Pepe Valentín, Gregorio Ruiz Pomar y Rosario García Romero así como Juan Miguel Pomar y Ramón Rodil, quienes eran sus consejeros y jurisconsultos. Con estos amigos solía reunirse casi todos los fines de semana haciendo excursiones a diferentes pueblos de la provincia como también a Madrid y a otras ciudades españolas. Tambien solían ir al Rocío, donde el matrimonio Caballero tenía una casa. Eran frecuentes los almuerzos o cenas en su casa de la calle Medina en donde, debido a su predilección por el marisco, su distinguida esposa llegó a ser una consumada especialista en prepararlo y servirlo.
Aprovechamos la reseña gastronómica para hacer referencia a Oliva Castrillón, su queridísima mujer, la que con su personalidad refrendó a lo largo de toda su vida el refrán castellano de que detrás de un hombre importante siempre hay una gran mujer. Ella, que aunque debido a su timidez, sencillez y discreción siempre estuvo en un aparente segundo plano, lo hizo como la gran señora que es, la que regió su vida apoyándolo y aconsejándolo hasta el final de sus días. Falleció rodeado de todos los suyos en la intimidad de su casa el 23 de abril del 2001.