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COLORIDO. Las gradas del trazado jerezano fueron acogiendo público con el transcurrir de las horas. / CRISTÓBAL
Deportes

El día que Sevilla invadió Jerez

Casi 35.000 aficionados, muchos llegados desde la capital hispalense, colmaron las gradas del Circuito

B. FERNÁNDEZ
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La vida al revés. Si en la tarde del sábado Jerez había invadido un pequeño rincón de la periferia sevillana, ayer fue la capital hispalense la que inundó de rojo y blanco el Circuito de Jerez. El club sevillano se sentía como en casa en el trazado jerezano y muchos aficionados sevillistas se acercaron a la ciudad para animar a Borja García y su monoplaza de Nervión.

En la primera visita de la Superleague Fórmula a Jerez no faltó el color y el ánimo de un evento que está llamado a tener mucho futuro en el panorama automovilístico mundial. Seguidores del Sevilla, algunos colchoneros y del Oporto, los más ruidosos en las gradas, se dieron cita en el trazado para vivir la última y definitiva prueba del mundial de Superleague.

Con entrada gratuita, lo que facilito la llegada de casi 35.000 espectadores, la masa aprovechó el show formado por la organización para no perderse ninguna de las dos carreras en liza. Sin embargo, el espectáculo también estaba en los exteriores, fuera de la pista. Desde la firma de autógrafos de unos pilotos tremendamente jóvenes, hasta las exhibiciones de monoplazas y demás vehículos de porte modernos, la zona de pit lane fue un no parar de aficionados, entre ellos algunas caras conocidas como José María del Nido y el azulino Jorge Luque, que aprovechaban para conocer por dentro los boxes de cada equipo, una práctica poco habitual en esta modalidad deportiva.

Y es que la accesibilidad que tuvo la afición durante este fin de semana automovilístico no suele ser habitual, lo que favorece un campeonato con visos a seguir formando parte de este circo durente los próximos años. De principio, cuatro son las temporadas que la organización tiene programada, y de principio, en todas tiene su sitio Jerez y su circuito.

Frente al paddock, tiendas eventuales que mezclaban el balompié con el automovilismo, look futbolero para animar a los monoplazas y aromas de Fórmula Uno que ponía los dientes largos a más de uno (o una) en la zona noble. En definitiva, un gran negocio y un gran espectáculo el de un evento muy bien organizado, que adentra a los más pequeños en el mundo del motor y que hace pensar que hay vida más allá de Fernando Alonso y Lobato.