INCANSABLES. La hinchada siempre animó.
Deportes

Lágrimas de alegría

La decepción hizo enmudecer a una grada que vio cómo los españoles daban una mini vuelta de honor

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Nada más terminar el último punto, un tremendo winner de Fer al ángulo, el madrileño cayó al suelo dando puñetazos en la carpeta. Había logrado una gesta tremenda, inigualable. En un segundo estaba enterrado ante la montaña de chaquetas rojas que se le echaron encima, una montaña humana interminable. Acasuso esperaba hundido, física y anímicamente, apoyado sobre la red, con los ojos llorosos mientras su capitán, Alberto Mancini, le rodeaba con sus brazos consolándole. En cuanto pudo escabullirse, Fer se fue a la red pero el argentino ya estaba en el banquillo propio intentando buscar consuelo. Hasta allí fue Verdasco para abrazarle, a él, a Mancini, a Juan Martín...

Luego, todos se fueron hacia el público español, que estaba detrás del banquillo de Vicario y los suyos, locos de alegría, ondeando las banderas, tocando las trompetas y saltanto y brincando como nunca. Los españoles cogieron banderas, bufandas, todo lo que encontraron por ahí y dieron una mini vuelta de honor ante la algarabía de los suyos y el silencio generalizado de la grada, muda ante la decepción, pero muy caballerosa en esta ocasión.

Como han hecho siempre desde que empezó la final, el equipo español recibió el himno propio abrazado, en una piña común con todos los componente reunidos: el médico del equipo, Angel Luis Ruiz-Cotorro, el jefe de Prensa, Pedro Hernández, los fisios, encordadores, entrenadores personales, una piña que no paraba de saltar delante de la tribuna donde estaban sus seguidores. Feliciano no se separaba de Fernando, por fin se veía sonreir feliz a David Ferrer, Granollers brincaba como un niño pequeño y el más feliz de todos era Emilio Sánchez Vicario, que cierra así un año brillantísimo. Todos rodearon la Ensaladera a la hora de hacerse la foto que ya forma parte de la historia. Un ambiente único, digno de ser vivido en directo.