El temperamento del cosmopolita
Appiah reflexiona en 'Mi cosmopolitismo' sobre el fundamento sólido para trazar las coordenadas que, en la actualidad, orientan las relaciones con las personas
Actualizado:Les adelanto que he leído y releído este breve libro estimulado desde las primeras líneas por la claridad de su lenguaje, por la actualidad del tema que aborda y por el rigor con el que analiza la situación cultural, social y, por lo tanto, política del momento actual de nuestro mundo.
Las reflexiones que nos ofrece Kwame Anthony (1954), acreditado profesor de Filosofía en la Universidad de Princeton, constituyen, a mi juicio, un fundamento sólido para trazar las coordenadas que, en la actualidad, han de orientar nuestras relaciones con los hombres integrados en los diversos grupos culturales, sociales, religiosos y políticos.
Hijo de madre inglesa de religión anglicana y de padre ghanés de creencias metodistas, estudioso de los clásicos y especialista en las cuestiones de método vinculadas con el conocimiento de los valores, nos explica cómo su devoción por los conceptos filosóficos estoicos le ha llevado a defender su ideal del cosmopolitismo.
Convivencia universal
Sus ideas, expuestas -insistimos- mediante fórmulas sencillas, dibujan hábilmente las pautas que deberíamos seguir para lograr una convivencia universal en paz y una colaboración fecunda compatible con una compresión correcta de la diversidad, con un progresivo respeto mutuo y con un amplio desarrollo de las libertades. Su propuesta de un cosmopolitismo universalista se fundamenta, por un lado, en el principio de que todos los seres humanos somos importantes y contraemos la obligación compartida de cuidarnos mutuamente, y, por otro lado, en la aceptación respetuosa del amplio abanico de la legítima diversidad humana. De estas convicciones deriva la tolerancia con la que hemos de interpretar las opciones de otras personas eligen para construir sus vidas y la humildad que hemos de adoptar en la valoración de nuestros hábitos de comportamiento.
Saber y conocer
Hemos de reconocer que esta concepción cosmopolita -propiciada en la actual globalización-, que supone mayores conocimientos sobre la vida de los otros ciudadanos y una mayor capacidad de mutua influencia, entraña también el riesgo de que, por negligencia o por malicia, nos hagamos mutuamente un mayor daño.
Estos principios básicos hemos de aplicarlos también a la hora de valorar la diversidad cultural y, en consecuencia, en el ejercicio -cada vez más ineludible- de fundamentar el respeto crítico que las diferentes manifestaciones merecen: «En el corazón del cosmopolitismo moderno -afirma literalmente- está el respeto por la diversidad de cultura, no porque las culturas sean importantes en sí mismas, sino porque las personas son importantes y las culturas les importa». La conclusión que extrae es lógica: «allí donde la cultura perjudique a las personas -a los hombres, a las mujeres y a los niños-, el cosmopolita no tiene por qué tolerarla».
Cimientos
A los que le preguntamos por los cimientos profundos del cosmopolitismo Appiah nos responde que hemos de localizarlos en la doctrina filosófica del falibilismo: en primer lugar, en el humilde reconocimiento de que todos podemos equivocarnos, por mucho que hayamos investigado y por muy inteligentes que nos creamos, y en segundo lugar en la idea de que cada individuo humano cargamos con la responsabilidad definitiva de nuestra propia vida.
Su conclusión es tajante: «la dignidad de cada ser humano reside exactamente en su capacidad y en su derecho de ejercer el autodominio».