Jerez

abusos a buen precio

CALLE PORVERA No hay mayor fracaso para un sistema judicial que el que la población tenga la percepción e incluso el convencimiento de que delinquir resulta, cuanto menos, barato. Cuando leo o escucho noticias relacionadas con abusos sexuales a menores me llama poderosamente la atención las penas irrisorias que el Código Penal contempla para estas personas. Matar es fácil, uno de los títulos de la prolífica Agatha Christie, podría extrapolarse a la perfección a este terreno: yo no sé si será fácil o no, (aunque teniendo en cuenta la especial indefensión de estas víctimas, se adivina el resultado), pero lo cierto es que dejar traumatizada de por vida a una criatura sale casi más rentable que robar un televisor.

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Y no es una simple manera de hablar, no. A Santiago del Valle, ese que acumula ya cuatro procedimientos abiertos por abusar de niñas, incluida Mari Luz, a la que presuntamente acabó asesinando, se le pide por la última de las agresiones juzgadas una pena de tres años. Si esta condena produce estupor por su insuficiencia, cuánto más si descubrimos que se trata de la máxima posible, añadiéndole el agravante de la reincidencia.

Con este tipo de represalias, obviamente a ningún pederasta del mundo le merece la pena reprimir sus impulsos. Y digo represalias, porque está casi demostrado en un cien por cien que esta gentuza jamás se rehabilita, por lo que la cárcel consistuye más bien un castigo y, sobre todo, una forma de evitar que busquen a una nueva presa. A los menores, sin embargo, sí se les deja señalados de por vida, tanto en su autoestima como en la forma de relacionarse con los adultos y, sobre todo, en su manera de vivir la sexualidad, que supondrá un obstáculo insalvable para muchas de las víctimas en el futuro.