Cautela
Actualizado:Aplaudimos la habilidad con la que Javi Gracia trata de evitar la desmedida euforia, en unos momentos en los que, debido al privilegiado lugar que ocupa el Cádiz en la clasificación, se puede desatar un peligroso triunfalismo cuyas consecuencias serían nefastas para la plantilla y para la afición. Reconociendo la notable distancia que separa al equipo amarillo del segundo clasificado y el amplio hueco que se ha abierto con el quinto, hemos de tener en cuenta, no sólo la dilatada extensión del tramo que le queda por recorrer, sino también el amplio abanico de dificultades que deberá superar en este azaroso trayecto. Los resultados y el juego de los partidos ya disputados nos confirman las posibilidades reales de quedar como líder y nos renuevan la confianza cimentada en la calidad de unos profesionales dirigidos por un entrenador que, además de sus conocimientos técnicos, ha hecho gala de una indudable habilidad para utilizar hábilmente las herramientas psicológicas en situaciones de presión y para transmitir sensaciones de tranquilidad inspirando sentimientos de confianza y evitando la autocomplacencia y el engreimiento. Por eso, desde el comienzo de la temporada, nos ha repetido hasta la saciedad que tanto la euforia desmedida como el pesimismo desproporcionado constituyen los peligros más previsibles y las amenazas más graves para que alcancemos los objetivos tan ansiosamente deseados por todos. Nos equivocaríamos si llegáramos a la precipitada conclusión de que, tras haber ganando al Real Betis B, mantener el liderato será una empresa fácil. Hemos de reconocer que, por muchas cuentas que hagamos, el triunfo final no se logra en los diez primeros partidos ni en los diez últimos sino -es una obviedad- alcanzando una suma total de puntos más elevada que la que consigan los demás adversarios. Si es cierto que la liga es una prueba de regularidad, también es verdad que «la final» siempre es el próximo partido.