Mar sin ley
Actualizado:El secuestro en menos de una semana de cuatro barcos por parte de piratas somalíes, uno de los cuales es el superpetrolero saudí Sirius Star ha puesto crudamente de manifiesto el agravamiento de los asaltos en las aguas más peligrosas del planeta y su transformación en un inquietante factor de inestabilidad para la seguridad del comercio mundial. La envergadura de los objetivos y el éxito de los abordajes demuestran que sus autores atesoran los medios y la osadía suficientes para no conformarse ya con amedrentar a los pesqueros que, como el Playa de Bakio, faenan en el Índico, sino que están dispuestos a alejarse de las costas de Puntlandia en que se guarecen para eludir la porosa vigilancia internacional y emprender ataques en busca de rescates cada vez más cuantiosos. Los más de 20 millones de euros que llevarían recaudados los piratas este año implican que parte de la población somalí ha encontrado una lucrativa vía para sortear la pobreza, pero representan, sobre todo, la constatación de que la piratería puede estar convirtiéndose en la principal y mejor articulada organización de un país que vive sumido en el caos desde la guerra civil de 1991. Ese endémico desgobierno, agudizado por la insurgencia de la milicia islamista Al Shabab a la que se vincula con Al-Qaeda -y a la que va dirigida parte de la financiación obtenida en los rescates-, se sitúa en el origen de un foco de conflicto cuyos efectos más inmediatos deben combatirse aunque sus causas puedan requerir de acciones diplomáticas más profundas. Las limitaciones de las legislaciones nacionales contra la piratería, los estrechos márgenes represivos que contemplan las resoluciones de la ONU y las trabas para que operativos como el que ultima la UE puedan actuar más allá de la mera disuasión precisan de una urgente revisión si se pretende ofrecer una respuesta efectiva a unos asaltos encaminados a lograr un mar sin ley.