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Sin ella y sin ilusión
Perdió a su mujer en un incendio ocurrido el 4 de octubre en la calle Zaragoza Ramón vive desde entonces en el albergue y con ayudas de entidades benéficas
Actualizado: GuardarNo hay dos historias iguales entre las personas sin hogar. Cada una tiene sus propios nombres y apellidos, tal como evidencian la sucesión de reportajes que sobre la indigencia viene publicando este periódico desde el pasado domingo con motivo de la conmemoración, el día 23, del Día de los Sin Techo.
Único es, por tanto, el caso de Ramón Velasco también. Tenía un hogar propio hasta hace apenas mes y medio. Vivía en un piso de alquiler en la calle Zaragoza junto a la que era su pareja desde hacía seis años. Pero de un día para otro se vio sin nada, sin ella y sin vivienda. Y no por culpa de una discusión, del alcohol o de una adicción. El fuego fue el responsable en su caso: un incendio en el piso acabó con la vida de su pareja, María Manuela, cuatro años mayor que él, que tiene 46.
Una noche para el olvido
Recuerda perfectamente cómo vivió aquella fatídica noche del 4 de octubre. Reconoce que había discutido con su pareja y que, fruto precisamente de ese enfrentamiento verbal, había decidido «salir a la calle a dar una vuelta». Eran aproximadamente las siete de la tarde cuando se marchó. Estuvo en varios bares bebiendo hasta casi las siete de la mañana del día siguiente.
Entonces ya había pasado todo. El fuego que acabó con la vida de María Manuela se produjo sobre la una y media de la madrugada. Los bomberos ya habían sofocado las llamas y la Policía Local precintado la vivienda. Los vecinos apuraban a esa hora las pocas horas de sueño que pudieron tener tras el trágico suceso. Ramón Velasco no podía imaginarse lo que había sucedido cuando llegaba a su casa tras una noche de juerga. Algo empezó a sospechar tras ver el precinto policial. La preocupación y los nervios se apoderaron entonces de él.
Se saltó el precinto y entró en casa. El golpe fue tremendo, según él mismo reconoce: «Me puse nervioso. Empecé a darme chocazos contra las paredes y llamé al dueño (de la vivienda). Su hijo me dijo entonces que mi mujer había muerto».
Solo y sin hogar
Su vida a partir de ahí ha sido un calvario. Se quedó solo y sin hogar. Fue trasladado al albergue, el cual tendrá que abandonar el próximo día 25 del presente mes. El día de la entrevista aseguraba no tener ni idea de dónde iba a ir y que no descartaba acabar viviendo en la calle, porque los 600 euros escasos que cobra mensualmente no le permitirían hacer frente a un alquiler, los recibos, los gastos de comida y el resto de necesidades diarias que pudiese tener.
Ese problema, sin embargo, parece haber quedado resuelto gracias a la intervención de servicios sociales de la ciudad, que le han encontrado un piso de alquiler cuyo coste le será parcialmente subvencionado.
Lo que no se ha resuelto es la investigación, asunto éste que tiene preocupado a Ramón Velasco. Le aseguran que sigue abierta y que, por lo tanto, nadie puede decirle qué pudo pasar aquella noche en su casa de la calle Zaragoza, si el fuego estuvo originado por un cortocircuito o por otra circunstancia. Él necesita saberlo; dice que no puede continuar con la incertidumbre y quiere que se depuren responsabilidades si la mencionada investigación determina que las hubo.
Aburrimiento
Los días se le hacen ahora eternos. Vaga sin rumbo porque dice que no tiene nada que hacer. Se levanta y da «paseos por la calle» hasta la hora de comer. Entonces regresa al albergue, come y se pone a ver la tele o se echa la siesta. Por la tarde, más de lo mismo: otro paseo hasta la hora de la cena. Después, algunas noches se acerca a algunos de los puntos en los que cuatro veces por semana paran voluntarios de Cruz Roja para repartir bebidas y alimentos. «Voy a coger un cartón de leche y algo de zumo para la noche, que es muy larga», señala. Pero lo peor de todo no son esas horas que se hacen eternas, ni esos paseos sin rumbo. Lo peor para él, y con diferencia, es sobrellevar la depresión en la que anda sumido y que, según dice, está siendo tratada por un psicólogo.
Ramón Velasco no pasa hambre. Ahora tampoco le faltará un techo para vivir cuya renta, afortunadamente, le ayudarán a sufragar. Una paga de 629 euros al mes no dan para demasiado. Más bien para poco más que no sea pagar lo que le corresponde del alquiler, los recibos y cubrir las necesidades básicas, pero al menos podrá malvivir, como él mismo señala, gracias en buena medida a la ayuda de entidades benéficas.
Eso sí, malvivirá en soledad por culpa de un fuego que le robó su hogar y lo que más quería: su mujer María Manuela.
wjamison@lavozdigital.es