Reforzar el cerco
La detención de Garikoitz Aspiazu, 'Txeroki', considerado el máximo responsable de los comandos etarras, y la de Leire López Zurutuza suscitaron ayer la lógica satisfacción y alegría entre las víctimas del terrorismo, los responsables políticos y la ciudadanía en general. Las imputaciones directas que recaen sobre el primero son motivo suficiente para que la opinión pública interprete ya su puesta a disposición de los tribunales como un acto de justicia. Además, su arresto en la localidad pirenaica de Cauterets es reflejo de la debilidad y de la consiguiente vulnerabilidad de ETA; situación que sin duda se agudizará con el descabezamiento policial de quien se encontraba al frente del operativo terrorista. La segura continuidad de la trama no debe minusvalorar la relevancia de una actuación que confirma la posibilidad de la derrota definitiva de una ETA condenada al más absoluto ostracismo político y social y al cerco al que la somete el Estado de Derecho.
Actualizado:Todo parece indicar que las detenciones de Aspiazu y de López fueron posibles gracias al paciente y concienzudo seguimiento del rastro que van dejando los etarras en suelo francés. Una demostración de la eficacia que ha alcanzado la presencia constante de la policía y de la guardia civil españolas en el país vecino, dos de cuyos integrantes, Fernando Trapero y Raúl Centeno, fueron asesinados a sangre fría presuntamente por el propio Txeroki el pasado 1 de diciembre. La puesta en marcha de los equipos conjuntos con las fuerzas de seguridad galas les permite operar como ningún otro cuerpo policial puede hacerlo más allá de sus propias fronteras. La colaboración hispano-francesa constituye un recurso de primer orden en la lucha contra ETA. Pero tanto el agradecimiento mostrado por el presidente Rodríguez Zapatero a las autoridades de París, como el compromiso reiterado ayer por el presidente Sarkozy en la cooperación antiterrorista deben ser ponderados a la luz de un hecho incontrovertible: los etarras siguen considerando el territorio francés como el espacio más seguro para fijar su retaguardia y dirigir desde allí sus atentados. La cooperación con Francia está dando importantes resultados, aunque sería aún más fructífera si sus autoridades y la sociedad francesa asumiesen el combate contra ETA como una obligación propia más que como una generosa contribución para acabar con el terrorismo en España. En este sentido, es evidente que la colaboración antiterrorista en el ámbito europeo requiere que, aun prevaleciendo las legislaciones nacionales, se afiance el espacio jurídico común. La libertad provisional concedida ayer a De Juana por un juez de Belfast y, en general, la mera posibilidad de que una persona cuya presencia es recabada por presunto enaltecimiento del terrorismo ante una instancia jurisdiccional de un país pueda deambular por otro de la Unión para eludir su comparecencia agravia a las víctimas y sugiere una inadmisible prevención hacia el sistema de garantías, en este caso de España.