De la irritación a la debacle
Actualizado: GuardarEn ese breve lapso de tiempo transcurrió un mundo futbolístico, un universo de despropósitos que se saldó con un 3-0 inapelable. Por la vía de agua que abrieron entre el colegiado Bernabé García y Edu Albacar con una expulsión muy rigurosa en el minuto 7 se coló a chorros un excelente y preciosista Xerez al que el membrillo defensivo alavesista le endulzó la tarde hasta el empalago. Velocidad, filigrana y precisión de los Viqueira, Pedro Ríos, Momo y compañía para castigar a uno de esos adversarios al que uno gusta invitar para olvidar tensiones y alimentarse de autoestima. Si el conjunto vitoriano llegaba a Jerez necesitado de solidez y puntos se marchó noventa minutos después retratado por su ingenuidad y falta de contundencia, que llegó a cotas desesperantes.
En definitiva, un punto sumado de doce posibles y, lo que es más grave, un equipo ayer accidentado primero por las circunstancias arbitrales, pero sin vacuna mínimamente eficaz para la gripe de goles que le arrastra directamente a la tiritona clasificatoria. Tras el duelo, el presidente Fernando Ortiz de Zárate ratificó a José María Salmerón en el banquillo. El minipartido había nacido con sorpresas, sobre todo por el cambio de portero. El técnico, que dado el irregular rendimiento de Bernardo en el arranque liguero podía haber tomado esta decisión en cualquier momento, la adoptó ayer. Y Bonis cargó con la goleada. Sin responsabilidad en el vendaval que perforó su marco tres veces consecutivas, pero nervioso después ante el baño xerecista y finalmente salvador de un descalabro aún mayor. La segunda lectura de la alineación inicial, con tres centrales, fue la de tratar de acumular defensas para evitar la sangría de las últimas jornadas. César, Mateo y Albacar formaron esa línea, con Kalderón y el recuperado Llorente en los carriles. El segundo sopapo, que prácticamente marcó definitivamente la cara albiazul, llegó de forma consecutiva. Ni dos minutos habían pasado del primer mazazo cuando Kalderón midió mal al pensar que Momo no alcanzaba la pelota. Pecado mortal ante el incisivo extremo que bailó después al vitoriano en la línea de fondo y envió al corazón del área para el remate de Antoñito. Partido resuelto.