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El hecho literario a día de hoy
El crítico literario y editor Constantino Bértolo publica 'La cena de los notables', un ensayo en el que cada párrafo de prosa amena es decisivo y está cargado de rotunda argumentación
Actualizado: GuardarHay libros en los que cada párrafo es decisivo y parece que exijan al lector que se arme de lápiz, cuaderno de notas y una atención extrema para no perder detalle, para apuntar y subrayar aquellos pasajes imprescindibles para su vida. Esto es lo que ocurre con La cena de los notables del crítico literario y editor Constantino Bértolo que publica la editorial extremeña Periférica. Tratándose de un ensayo, parece lógico que el lector se predisponga a la cita, a la anotación, pero el caso del libro de Bértolo es singular en este sentido.
La prosa amena y exigente de Bértolo y la rotundidad de su argumentación atrapan la atención del lector desde la primera página. La cena de los notables tiene la virtud incluso de enganchar a los más despreocupados, siempre que los entresijos del acto literario se hallen entre sus intereses. Porque el libro de Bértolo plantea desde su prólogo precisamente eso, un estudio minucioso de los actantes del hecho literario (lector, escritor y crítico, pasando de soslayo por el editor) y una mirada alternativa al significado de la literatura desde su origen oral, es decir, comunitario, hasta nuestros días de mercado y capitalismo salvaje.
Probablemente lo más interesante de La cena de los notables sea esa mirada radicalmente histórica de lo literario, la constatación del papel que la literatura jugaba en las civilizaciones más antiguas de nuestro entorno cultural, la transformación del espacio -de lo público a lo supuestamente privado- que han ocupado los actores del hecho literario y, por tanto, de sus responsabilidades y el desvelamiento de la verdad que esconde la literatura en nuestros días.
De entre todas las notas tomadas a pie de lectura en el libro de Bértolo por cualquier lector más o menos atento, sobresalen algunas claridades interesantes.
Lector y escritor
En cuanto al papel del lector, sorprenden y apasionan a partes iguales las páginas dedicadas a los grandes personajes literarios lectores -Martin Eden o Emma Bovary- y el aviso a los navegantes de las letras acerca de los peligros que puede conllevar el hecho de leer, en contra de lo pregonado por ministerios y consejerías de cultura.
En torno al lector también hay que destacar en La cena de los notables el concepto de urdimbre lectora, una serie de factores que pone en juego cada lector antes de abordar su actividad y responsabilidad literaria y que se resume en cuatro elementos: su competencia lingüística, sus lecturas anteriores, sus conocimientos de la tradición literaria y su ideología o «modo de comprensión del mundo», en palabras de Bértolo.
Se trata de una de esas ideas tan evidentes una vez expuestas que parece mentira que no se nos hubiese ocurrido antes a nosotros. De hecho, esta es, creemos, una de las claves de todo el libro de Bértolo. Quizá ahí radique la diferencia entre un ensayo más y un buen ensayo como el que tenemos entre manos.
En cuanto a la figura del escritor, el libro de Bértolo plantea ante todo un ejercicio de humildad. Aparte de la interpretación sacralizada de su figura, que lo reviste de un halo especial pero ficticio, «los autores descubren que la clave de su capacidad para ser escuchados reside de manera primordial en el prestigio de su marca como autor, lo que les obliga a someter su entidad pública a las reglas de lo mediático: aparición frecuente en medios de comunicación, autopublicidad, creación de una imagen como escritor, etcétera, y a incorporar a su obra, como elemento relevante de su poética, las lecciones del marketing comercial». Todo esto implica entender al lector no como un igual, sino como un cliente, lo que desvirtúa los valores que el escritor se cree y se crea.
La crítica
Finalmente, La cena de los notables aborda el papel de la crítica en la actualidad. La conclusión, dentro de la lógica manejada por el autor que podríamos calificar como althusseriana, no puede ser más demoledora y reveladora. Una vez demolidos los prejuicios sobre el papel del crítico como catador -«esto me gusta, esto no me gusta»-, guardián de la tradición literaria o tribuno -juez de la conveniencia pública o política de la producción literaria-, Bértolo enfrenta al lector con la realidad actual del crítico como intermediario entre la comunidad lectora y el editor, que es quien decide si un libro es válido para pasar a lo público -es decir, al mercado-.
Los escritores, por tanto, no deberían molestarse por lo que digan los críticos sobre sus libros -en caso de que se trate de una crítica negativa-, porque realmente no son ellos los responsables de que su obra sea leída, sino el editor que la selecciona.
Por otra parte, en este juego de poderes económicos, hay que tener en cuenta que el crítico siempre escribe en medios de comunicación, es decir, en empresas que no siempre buscan la excelencia cultural precisamente.
Por todo ello, el papel del crítico se reduce en la actualidad a legitimar el beneficio de una empresa con argumentos y criterios, si los tiene, literarios. Por eso afirma Bértolo refiriéndose al ámbito español -pero creemos que valdría como regla universal- que la crítica literaria deberíamos entenderla «como una acomodada institución mercantil que en su mejor versión expende certificados de homologación, y en su peor papel -el más abundante- se limita a realizar trabajos de publicidad».
Llegados a este punto y al final de La cena de los notables, que cada uno -lectores, escritores, críticos e, incluso, editores- ajuste sus cuentas, haga examen de conciencia y, de paso, su particular cura de humildad.