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SINGULAR. La fachada de la estación de trenes de Jerez es una maravilla de la arquitectura regionalista. / CRISTÓBAL
Jerez

Cruce de caminos con un bello fondo

La plaza de la Estación es, tras su reciente reforma, uno de los temas de debate más apasionado entre los vecinos de la zona

MANUEL SOTELINO
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Plaza para estacionar autobuses o trenes. La estación se ha quedado corta y ahora quien quiera aparcar el coche tiene sitio suficiente; pero bajo el suelo y a una chapa la hora, más o menos. Las grandes obras llevadas a cabo en la plaza de la Estación parece que no han dejado contentos a muchos. Los vecinos aprovechan cuando ven a un fotógrafo y a un plumilla para manifestar un buen puñado de quejas.

Está claro que el arquitecto que ha llevado a cabo las recientes obras realizadas en la plaza de la Estación no conocía la historia arquitectónica de la ciudad. Y si la conocía no ha sabido valorarla, según comentan casi todos los que viven o frecuentan la zona.

Digamos para empezar que en Jerez ha habido una gran vocación ferroviaria desde el siglo XIX con la red de vías que llegaban a los mismos cascos de bodegas para cargar nuestros preciados caldos y darles salida al exterior. La estación de ferrocarril, al menos eso se cree, tenía que responder a la estación de una ciudad que, cuando en España no se escuchaba que era eso de los vagones, estaba acostumbrada a verlos circular por nuestras calles tan campantes. Por eso el diseño de la estación se le debe al arquitecto sevillano Aníbal González, que en 1929 recibe el encargo. De puro estilo regionalista, el edificio destaca por su porte y por su gran aportación de cerámica que se entremezcla con los ladrillos vistos. Un edificio muy bien valorado por los urbanistas.

No gusta

Ahora, en los medios de la plaza, según comenta la mayoría de los vecinos, han puesto algo ininteligible desde el punto de vista arquitectónico. «Qué es eso », -comenta Pepe Ruiz- «cómo es posible que una joya como es nuestra estación esté tapada ahora por ese », afirma sin titubeos. Las chimeneas que sobresalen de los extremos de la plaza han provocado el ingenio de los vecinos que ven en ellas diversas aplicaciones. «Parecen hornos crematorios », comenta Antonio Morón. «A mí me parecen bochornosos», continua. Y así se va levantando el debate sobre la plaza en el bar Bodegón, que desde hace once años lleva Manolo Romero con maestría y profesionalidad.

Romero es un clásico de la hostelería de Jerez. «Me tiré veintinueve años trabajando en La Venencia», comenta. La Venencia, aquel bar de la calle Larga donde paraban banqueros y flamencos. Un clásico de la ciudad. Ahora, el bar Bodegón sirve magníficas tapas a los vecinos o a cualquier viajero que baje del tren con hambre. A los pies de la estación están los taxistas con sus coches relucientes. Ya se sabe el pique tradicional del taxista que es del Madrid que se mete con el del Barcelona.

Taxistas

De nuevo comienza el debate sobre la plaza de la Estación. «Hemos perdido bastante. Tenemos serios problemas para aparcar en nuestras propias zonas. Se paran muchas personas que vienen con sus vehículos particulares para recoger a alguien que llega en el tren y a ver cómo le dices que quite el coche para ponerte tú». Los compañeros asienten también. Francisco Navarro prosigue diciendo que «no me meto en la estética. Yo no entiendo de esas cosas. Pero la verdad es que han dejado aceras muy anchas, que no sirven de nada, y ni un solo aparcamiento para vehículos. Así que ahora la gente se tiene que ir al subterráneo. La verdad es que podría haber quedado mejor porque esto es una lucha diaria», se queja de nuevo. Otro compañero toma la palabra en el improvisado debate y deja caer que «el edificio de la estación de autobuses es lamentable ¿No crees que es algo demasiado vulgar para estar al lado de este gran inmueble de RENFE? Además mira se caen las piezas de mármol con la que está recubierto y ahí se queda todo, sin arreglar», agrega mientras señala una zona del edificio donde se han caído algunas de las lozas con la que esta recubierto este edificio de aristas cuadradas.

Ha llegado el tren de Sevilla y los taxistas se ponen en guardia. Adiós a las charlas, hay que trabajar. De pronto asoman una cantidad de personas con equipaje. Casi todos llevan maletas con ruedas que arrastran y que con el roce de la solería suena un tanto estridente. Dos chicas que acaban de salir dicen que «poco te podemos contar de la plaza de la Estación. Eso sí, que nos da mucha alegría cuando volvemos porque es señal de que estamos en casa», y se alejan mientras charlan amigablemente.

La tarde va cayendo y en El Andén se han encendido las luces. Medio Jerez ha pasado alguna vez a probar esos serranitos tan famosos en el bar. Bien despachado, con ración extra de patatas fritas y una buena loncha de jamón en el bocadillo al que le acompaña un filete y un pimiento. Parece que hay poco ambiente. Será temprano.

Vista la plaza desde la zona del bar El Andén, se puede observar cómo la estación ocupa ya un segundo plano. Las grandes chimeneas recientemente llegadas a la zona parecen tapar todo. Al fondo, mientras ya es de noche, suena el bufido de un tren que marcha camino de Sevilla. Unos llegan y otros marcan el rumbo de la salida de la ciudad. Todos andan todavía buscando el nuevo sentido de la fisonomía de la plaza. Lo que nunca acabará será el traqueteo de los trenes que pasan por una de las estaciones más bonitas de España. Está en Jerez, naturalmente.