«Destrozaron mi vida y acabaron con mi matrimonio»
«Destrozaron mi vida y acabaron con mi matrimonio», afirma Marta, una gaditana que nos pide que le cambiemos el nombre para no ser reconocida por los miembros de la secta a la que perteneció durante al menos dos años, junto a su marido, y de la que se considera una víctima.
Actualizado:«Me captaron cuando atravesaba una depresión», recuerda Marta, que se ajustaba al perfil de personalidad en horas bajas al que suelen dirigirse las sectas: personas con problemas psicológicos, vulnerables a la manipulación. En su caso, «a través de un cartel en el que prometían tener un método para curar las depresiones y el estrés», explica. Aunque acudía a un psicólogo, decidió probar y acudió a aquellas primeras tres charlas, que se celebraron en un local perteneciente a una administración pública. Pero no fue suficiente, y continuó yendo a las reuniones que se celebraban en una casa privada de la capital.
Gnósticos-esotéricos
Se trataba de un grupo de pensamiento gnóstico-esotérico, un movimiento ecléctico que toma ideas filosóficas y religiosas de diferentes fuentes y creencias, desde el cristianismo hasta ideologías orientales, aunque asientan sus fundamentos en el discurso y el pensamiento de su fundador: Samael Aun Weor. Este movimiento es de los de mayor presencia en la provincia, a través de diversas formaciones, aunque no todas siguen la misma vertiente de pensamiento. Según Josetxu Rodríguez, de la asociación RedUne, también es difícil saber cuántas de ellas existen y cuántas se crean nuevas, porque «suelen cambiar su nombre».
De hecho, según Marta, el grupo que los captó a ella y su marido «aún sigue funcionando en Cádiz, aunque con otros símbolos y otro nombre». «Creo que saben que están vigilados como sectas porque ya no van a cara descubierta», cree.
«En las reuniones acudíamos a estudiar la obra de Samael, pero en realidad nos estudiaban ellos a nosotros», asegura Marta, al recordar en qué consistían aquellas reuniones, formadas por un grupo pequeño, de cinco o seis personas de diferentes puntos de la provincia. «Nos daban charlas sobre la vida de Jesús, que no viene en el nuevo testamento, pero también de Buda, del Tíbet...», explica. «Teníamos que comprar material y libros cada año», afirma Marta, que cree que «han montado todo un negocio en torno a esto».
Dependencia total
Y aunque en un principio se sentía «contenta», Marta asegura que fue notando cómo la influencia de los líderes en su vida se iba incrementando, hasta llegar incluso a afectar a la relación íntima de la pareja. «Nos dijeron que teníamos que empezar a vivir la vida de familia gnóstica para lograr la transmutación sexual; que yo podría ser otro dios y prometiéndonos la eterna juventud», recuerda esta gaditana. «Ahí comencé a tener miedo», reconoce. Ese temor la llevó a abandonar el grupo, aunque en él siguió su pareja, al cual «año tras año, fueron distanciándolo de mí».
Cuando se le pregunta si ha denunciado al grupo a la Policía, se muestra escéptica: «Me dicen que habría que pillarlos con las manos en la masa», algo que considera imposible, porque «actúan poco a poco».