La placa
Actualizado:La vida nacional puede ser tachada de muchas cosas, pero sería injusto acusarla de aburrida. Cualquier pequeña iniciativa origina grandes controversias y si alguien decide algo cuenta de antemano con la furibunda oposición de los que han decidido oponerse a cualquier decisión tomada por los demás. El presidente del Congreso, José Bono, a petición del PP, piensa colocar una placa en honor de sor Maravillas en la Cámara. Aquella santa mujer, que lo pasó muy mal en la guerra y que no pudo decir eso de «muero porque no muero», ya que si no murió fue porque no la mataron, fue beatificada y canonizada por el Papa Juan Pablo II. Es verdad que aquel histórico Pontífice canonizaba a todo lo que se movía y mucho más a todo lo que se estaba quieto, pero ¿quién puede poner en duda que fue una criatura ejemplar? Además había nacido en el número 44 de la Carrera de San Jerónimo. Rezaba en un edificio en el que hoy se bosteza, ya que forma parte del Congreso.
El señor Bono, que tiene más cera que la que arde y puede poner velas en el altar de distintas deidades, ha provocado un nuevo lío.
El proyecto lapidario no le ha sentado bien al PSOE. Mucho menos ha sido del agrado de IU. Tampoco está de acuerdo ERC. Total, que no ha sido un éxito lo de la placa.
Se ha puesto de moda discutir sobre la conducta de los muertos, pero algunos el inconveniente más grave que le vemos a perpetuar en ese ámbito el nombre de sor Maravillas es su tamaño. Se llamaba Madre Maravilla de Jesús Pidal y Chico de Guzmán, lo que representa un considerable trabajo para el marmolista. Quizá a aquella partidaria de Teresa de Jesús, que fundó varios conventos, no le importe ver unido su nombre al de Clara Campoamor, que no fue monja pero tenía el hábito de luchar por sus congéneres hasta conseguir el sufragio femenino. Ya decía Chesterton que lo más curioso de los milagros es que ocurren.