Un ficticio poder armamentista
El actual primer ministro, Vladímir Putin, se esforzó durante sus dos mandatos como presidente en impulsar la imagen de que Rusia continúa siendo una potencia militar. Putin actuaba fundamentalmente movido por el complejo de inferioridad que sintió tras el derrumbamiento del imperio soviético. Pero esa necesidad de autoafirmación belicista ha resultado ser contraproducente. Está relanzando paulatinamente una nueva carrera armamentística y la aparición de tensiones como las vividas durante la Guerra Fría.
Actualizado: GuardarRusia ensaya al mes una media de dos misiles intercontinentales, se ha dotado de la bomba no nuclear más potente, construye un submarino de la nueva generación y patrulla de forma permanente el cielo y las aguas del planeta. Tiene capacidad atómica para destruir la Tierra más de cien veces.
Sin embargo, la reciente campaña en Georgia, pese a haber sido victoriosa, ha puesto de manifiesto las carencias del Ejército ruso. Ha demostrado que el país más grande del mundo cuenta con unas Fuerzas Armadas muy mal equipadas, dirigidas por un generalato corrupto y carentes de una doctrina militar moderna y coherente. Lo reconoció en septiembre el propio presidente Dmitri Medvédev, quien ha ordenado el inicio de una ambiciosa reforma castrense.
Justo cuando comenzaron las convulsiones que agitan las bolsas mundiales, el Gobierno acordó elevar el presupuesto de Defensa para el próximo año hasta la suma récord de unos 36.000 millones de euros, un 25% más que el año pasado pero veinte veces menos de lo que gasta EE UU en sus tropas. Incluso esa cifra está ahora en cuestión después del drástico descenso que ha sufrido el precio del petróleo, fuente de la que se nutren las arcas rusas.
Pero el problema apremia. El analista militar Leonid Ivashov, general en la reserva, califica de «crítica» la situación dentro del Ejército y lamenta que se gaste dinero en un nuevo uniforme cuando los oficiales carecen de vivienda y sus sueldos no pasan de los 300 euros. El director del Centro de Análisis Militar, Anatoli Tsigánov, afirma que Rusia cuenta con una única fábrica de municiones en los Urales. «Si en 1991 teníamos 1.398 misiles intercontinentales, ahora nos quedan 489», asegura. Y cifra en doce el número de submarinos nucleares y en veinte los navíos de superficie.
Según reconoce el viceprimer ministro, Serguéi Ivanov, hasta la industria armamentística está en crisis. La falta de liquidez impide a las fábricas militares dotarse de las materias primas para realizar sus encargos.