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Bush se arrepiente de su lenguaje

El presidente saliente afirma que, a dos meses de dejar el cargo, ya está ansioso por regresar a su rancho en Texas

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«Voy a pasar de cien millas por hora a cero, así que no estoy seguro de qué debo esperar, tengo sentimientos encontrados, pero estoy deseando volver a casa», confesó el martes George W. Bush a la CNN. Es tiempo de descuento para uno de los presidentes más impopulares de la historia. Un período de reflexión que propició confidencias sobre sus errores.

«Lamento haber dicho algunas de las cosas que no debería haber dicho», manifestó el presidente a Heidi Collins. «¿Como qué?», le preguntó ella. «Como 'vivo o muerto'» (por Osama bin Laden) o «¿que vengan!» (por la guerrilla iraquí). «Y, por cierto, mi mujer ya me recordaba que como presidente de Estados Unidos, 'será mejor que tengas cuidado con lo que dices'». Laura, la maestra y bibliotecaria, había tratado sin éxito de refinar el estilo arrogante del cowboy texano que su marido llevó a la Casa Blanca.

De entre todos esos errores Bush lamenta especialmente uno que le ha definido para la posteridad, la pancarta de Misión cumplida que le esperaba en el portaaviones Abraham Lincoln el 1 de mayo de 2003, cuando descendió en avión sobre su cubierta vestido de piloto y dio por terminados los combates en Irak. Hasta cierto punto no se equivocaba: había terminado el enfrentamiento entre dos ejércitos y comenzaba la resistencia civil, a la que se sumó Al-Qaeda. El 98,3% de las bajas sufridas por EE UU se produjeron a partir de ese discurso.

«Lamento que esa pancarta estuviera allí», admitió Bush. «Estaba dirigida a los marineros del barco, pero algunos lo interpretaron como Bush piensa que la guerra en Irak se ha acabado, cuando no es eso lo que yo pensaba. Daba el mensaje equivocado».

«Adoro Texas»

La Casa Blanca sostiene que la pidieron los marineros de la nave, que regresaba de cumplir su misión en Irak, pero la frase había sido incluida en el discurso de Bush y borrada poco antes por su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, con un «¿oh, cielos!», escribió Bob Woodward.

Previsiblemente el matiz de Bush a esta anécdota es un ejemplo de cómo interpretará los hechos cuando escriba sus memorias desde su rancho de Crawford, tan pronto como entregue el testigo a Obama. «No hay duda de que me voy directo a Texas. Adoro Texas». Tengo un montón de amigos allí». Con ese libro en el que está empezando a pensar, Bush quiere «que la gente sepa cómo fue tomar algunas de las decisiones que tuve que llevar a cabo».

Nostálgico, el otro día llamó a Bill Clinton para recordar con él lo gentil que fue al enseñarle la Casa Blanca, de la misma manera que lo hizo él con Obama. «Fue interesante verle subir las escaleras en busca de los cuartos donde van a dormir sus hijas. Es un buen padre», reconoció el presidente.