Es depresión
Uno de los déficits existentes para afrontar la actual crisis económica es su previsión errónea como una recesión, cuando lo que se avecina se asemeja más a un período de depresión como el que se sufrió tras el crack del 29. Este equívoco reconocimiento comporta riesgos, que llevarán probablemente a los inversores a perder capital y a los dirigentes políticos a ver socavada su base electoral. Si algo está demostrando esta crisis es que avanza a tal velocidad y extensión que impide que los pronósticos sobre su evolución puedan sustentarse en referencias duraderas. En estas condiciones de inseguridad, y ante la revisión a la baja de sus previsiones de crecimiento para 2009, sería aconsejable que el Gobierno asumiera con carácter retrospectivo sus errores en el diagnóstico de los problemas, efectuara una revisión crítica de sus decisiones y tratara de poner los medios para que las equivocaciones no se perpetúen a la luz de que sus augurios, reflejados en el cuadro macroeconómico del proyecto de Presupuestos, resultan a estas alturas imposibles de cumplir. Éste es el momento de que el Ejecutivo decida si va a seguir adelante con las Cuentas, incorporando sólo las enmiendas que le garanticen la estabilidad parlamentaria, o bien va a procurar un gran pacto político de emergencia con el conjunto de la oposición extensivo después a un acuerdo social con empresarios y sindicatos.
Actualizado: GuardarSi el Gobierno opta por mantener su proyecto presupuestario, lo más razonable es que lo dotara de un perfil de riesgo bajo, desarrollando una estrategia anticíclica de inspiración keynesiana pero de cariz limitado. Es decir, moderando el incremento del gasto público previsto en el cuadro macroeconómico para no recortar excesivamente un superávit fiscal que puede ser aún más necesario ante la certeza de que la economía va a empeorar a corto plazo e incentivando, al tiempo, el ahorro con la confianza de poder reactivar la inversión en el futuro. En definitiva, el Gobierno está situado ante la disyuntiva de reorientar su proyecto presupuestario o renunciar definitivamente a ello. Y, si se decanta como parece por lo segundo, aplicar o no una estrategia de riesgos controlados que evite un gasto público expansivo y que rehuse utilizar fondos estatales para rescatar a empresas que no hayan acreditado su solvencia, lo que atenuaría la amenaza de depresión económica.