ANÁLISIS

La falsa víctima

El nuevo caso De Juana ha enredado a quienes se sitúan en sus antípodas en un falso dilema. Por una parte, aquellos que discrepan frontalmente del proceso abierto al ex preso de ETA por enaltecer supuestamente el terrorismo el mismo día en que recuperó la libertad han atribuido esta causa a un impulso vengativo por el que se intentaría hacer cumplir a De Juana lo que no purgó por asesinar a 25 personas, como si ese resarcimiento fuera realmente posible ahora con una condena que no rebasaría los dos años de prisión. Por otra, hay también quienes, aun animando a no condescender ante las conductas ilícitas que pueda protagonizar De Juana como hombre libre, albergan dudas sobre la conveniencia de unas diligencias apoyadas en pruebas endebles -las FSE no han podido autentificar la autoría de la carta que sustentaría la apología- y que pueden ser instrumentalizadas por el etarra para presentarse una vez más como la víctima que nunca podrá ser.

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Ambas posiciones no sólo cuestionan la validez de la instrucción, lo que llevado al extremo implica el riesgo de que la legítima reivindicación de los derechos que asisten al ex preso solape hasta el oprobio la memoria de sus víctimas. También alimentan ese dilema cuya falsedad ha dejado al descubierto la renuencia de De Juana a conducirse no sólo con las prerrogativas que le permite su recobrada libertad, sino con los deberes que ello comporta. Un falso dilema que ha quedado sobrepasado por la acreditada y provocadora resistencia del etarra a acatar los requerimientos judiciales desde el pasado 16 de agosto, cuando el magistrado inició los trámites para interrogarle en su domicilio en San Sebastián seguramente con la intención de evitar la publicidad añadida que habría supuesto citarle en la Audiencia Nacional. Es revelador que De Juana renunciara a esa alternativa mientras pretende ahora, casi tres meses después, prestar declaración en la lejana Belfast por una vía que sus abogados han de saber fallida de antemano; como no existe un modo más elocuente de intentar simular que lo que se está sufriendo es la persecución del Estado de Derecho que convertirse en prófugo forzoso del mismo. Cuando habría bastado con que reiterara ante el juez que él no es el autor de la misiva que se le imputa para que la causa tuviera muy probablemente que archivarse por falta de evidencias concluyentes.