La escuela no quiere morir
Actualizado: GuardarComo el enfermo moribundo que aguanta hasta que lo mecánico no puede más, por pura inercia, así aguanta la escuela. Agarrada como una garrapata a la piel de la sociedad chupando la sangre de sus recursos, así nos sorbe la escuela. Sin darnos nada a cambio excepto la pueril impresión de que somos más humanos, más magnánimos, más misericordes: así nos engaña la escuela.
La escuela debería morir y así comenzaríamos a respirar. La escuela debería estar muerta, ¿en nombre de la educación!
Hemos llegado al borde donde el plato se desborda: ya no cabe, no, más mierda.
La escuela, ahora, hace más mal que bien. Los títulos, o no sirven de nada o nos desacreditan. Le falta a usted un papel, esto no está firmado, mire, lo siento, aunque lleve usted diez años vendiendo huevos, ésta es una empresa seria y necesita usted un curso polivalente en técnico de mercado ovario o máster de especialización en el sector agropecuario equivalente. Se valora más el papel que el conocimiento, los créditos que el saber. Más la tinta que la experiencia. Más los sellos que la pasión, la entrega, la ilusión.
El mundo está del revés. No tenemos tiempo de aprender lo que queremos porque estamos demasiado ocupados haciendo la tarea que hemos de entregar pero que de nada nos servirá. Y después ejerciendo trabajos que no nos satisfacen por el miedo a ser un titulado más del INEM.
Se avecina tanto paro y ¿quedan tantas cosas por hacer!
Amaranta Heredia Jaén. San Fernando