CONSUMISMO ANIMADO. Pablo Fornell llevó su crítica a los escaparates de El Corte Inglés.
Cultura

Los gaditanos asaltan el escaparate de Cádiz en Danza

La fachada de El Corte Inglés se convierte en nuevo e insólito escenario gracias a la propuesta de Pablo Fornell y Jonatan Lande juega con los límites del flamenco en La Merced

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El mundo del cine ha fantaseado repetidamente con la idea de que un maniquí habitante de un escaparate cobre vida. El intento de mayor renombre -no mucho- fue Venus era mujer, uno de los primeros éxitos de una adolescente Ava Gardner, en 1948. Más de 60 años después, con todas las distancias artísticas y geográficas, pero el mismo juego visual, en Cádiz se repitió el prodigio.

Pablo Fornell, un artista de la tierra, formado en Londres y Nueva York (en la escuela Martha Graham, nada menos), fue el encargado de acercar esta fabulación a dos centenares de peatones gaditanos que vieron, de pronto, como uno de los mayores escaparates de El Corte Inglés (el que linda con la puerta de Avenida de Las Cortes) se convertía en escenario.

Mercado de la carne fue la obra dirigida, coreografiada e interpretada en solitario por el gaditano que abría el protagonismo de los artistas locales en una jornada dedicada, casi monográficamente, a ellos dentro del festival Cádiz en Danza.

Ataviado con el mismo escaso atuendo que otros dos compañeros de plástico y con la cocina que realmente ocupa ese escaparate como atrezzo, Fornell puso en pie una metáfora sobre el consumismo que a ratos produjo sonrisas cómplices y, casi siempre, algo parecido a la claustrofobia.

Con el único apoyo musical de un violín, el intérprete supo captar la atención de un público que, como suele ser común en la oferta callejera de esta cita, celebró la casualidad de toparse con un espectáculo que no buscaba.

Menos de dos horas después, a menos de dos kilómetros, en el Centro Flamenco de la Merced, en el corazón de Santa María, otro gaditano, Jonatan Lande ex-perimentaba con los límites del baile jondo y de otros estilos en un espectáculo cuyo título daba una pista, Sin Flamenco.

Con dirección de Enrique Linera y el apoyo del cantaor Álvaro Ramírez, este gaditano de sólo 25 años, considerado una firme promesa de la danza y formado en la Maison de la Danse de París, jugó con la ortodoxia y la heterodoxia para proclamar que quizás estén más cercanas de lo que sus militantes suelen pensar.