El futuro inquilino de la Casa Blanca, en una conferencia en Chicago tras la victoria, junto a Rahm Emanuel, que será su jefe de gabinete. / AFP
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Obama diseña el plan de gobierno para el mandato junto a sus colaboradores

Sopesan si usar una estrategia agresiva desde el principio o ir poco a poco con las promesas electorales

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Con la economía estadounidense a punto de descarrilar y el Departamento del Tesoro quemando sus reservas a marchas forzadas, el presidente electo, Barack Obama, y su núcleo duro deciden qué promesas electorales deben priorizarse y cuáles tendrán que esperar en el cajón del Despacho Oval. El pasado sábado, el demócrata volvió a dejar claro que solventar las penurias financieras del país sigue siendo su principal preocupación. Sin embargo, sus consejeros se preguntan qué hacer con otros temas de extrema importancia como el sistema sanitario o la independencia energética.

El debate dentro del equipo del nuevo presidente se centra en determinar si es necesario implementar una estrategia agresiva que caiga como una bomba y ataque varios frentes a la vez o, por el contrario, es mejor ir paso a paso. De hecho, la tensión sobre cuál de los dos caminos elegir ha sido evidente a lo largo de toda la campaña.

Uno de los consejeros de Obama reconoció anónimamente a diversos medios de comunicación que «todo presidente está tentado a abarcar demasiado». «Casos como el de Franklin Roosevelt demuestran como un presidente extraordinario puede realizar malas decisiones estratégicas», añadió. Entonces, ¿será demasiado arriesgado para Obama intentar llevar a cabo reformas ambiciosas?

Muchas de estas decisiones están fuera de las manos del nuevo presidente. El plan de rescate financiero ha impulsado el déficit estadounidense hasta límites insospechados, por eso, John Tuck, antiguo asesor del ex presidente Ronald Reagan, reconoce que «Obama tiene las manos atadas debido a la hecatombe económica y financiera que se cierne sobre el país, sus opciones son muy limitadas».

El punto clave para implantar una estrategia agresiva y sin precedentes reside en el acercamiento ya utilizado por ex presidentes, como Lyndon B. Johnson, que consideraron que el sistema sanitario, la energía y la educación son parte sistemática de los problemas económicos que atormentan al país. Sin embargo de un tiempo a esta parte, los consejeros de Obama prefieren optar por una estrategia híbrida que se centre más en medidas específicas para paliar la crisis y deje para más adelante otras iniciativas aireadas durante la campaña.

Obama es consciente que la economía le forzará a tener que recalibrar su programa, aún así, ha dicho en distintas ocasiones que el país no puede permitirse «el esperar a solventar prioridades clave señaladas durante la campaña como la implementación de energías renovables, la reforma de la seguridad social, la educación o una rebaja fiscal para la clase trabajadora».

Por primera vez desde que fuera elegido presidente, el demócrata Barack Obama, pisará este lunes la Casa Blanca, invitado por su actual inquilino, George Bush, para limar asperezas y asegurarse que la transición entre la legislatura del republicano y el afroamericano. Durante una rueda de prensa celebrada el pasado viernes, el que fuera senador de Illinois agradeció la invitación del actual mandatario y su «espíritu bipartidista».

Por su parte, Bush dejó claro que toda su administración «debe asegurarse que la incorporación del próximo presidente y su equipo al gobierno sea rodado».

Desde luego, Obama ha demostrado que no quiere perder el tiempo y ya traza distintos programas que guíen su primer periplo al mando del país. El pasado sábado, el presidente electo volvió a hacer referencia a la economía, como el primer problema a solventar. El demócrata recordó su intención de implementar un plan de ayuda a la clase trabajadora de EE UU y también hizo hincapié en la necesidad de echar una mano a la industria automovilística que, al fin y al cabo, es «la columna vertebral del sector manufacturero» del país.

Plan de rescate

Como no, recordó que repasará minuciosamente todas la decisiones relacionadas con el plan de rescate financiero, valorado en más de 700.000 millones de dólares.

Además, el domingo, John Podesta, el jefe del equipo de transición del demócrata, aseguró que el grupo de personas a su cargo ya revisa todas las órdenes ejecutivas rubricadas por Bush, entre las que se encuentran temas tan variados como la investigación de células madre o las excavaciones petrolíferas. Podesta señaló, como ya hizo Obama el pasado viernes en su primera rueda de prensa como presidente, que todavía está en manos de Bush aprobar cualquier tipo de plan de estímulo económico antes de que el nuevo mandatario ocupe la Casa Blanca el próximo 20 enero.

Bush dejó claro durante el fin de semana que los problemas económicos que azotan a EE UU no se moderarán para que el nuevo presidente pueda tomar posesión de su cargo de una forma calmada y sin presiones. «Obama puede contar con todo mi apoyo y cooperación» para garantizar que su transición al Despacho Oval se lleva a cabo sin sobresaltos.