MUNDO

Una fan del senador por Illinois vivió tres meses en un coche para captar votos

Annita Orlikoff, una acomodada ama de casa del victoriano y pudiente barrio de Hyde Park, nunca pensó que a sus 53 años fuera a recuperar la pasión de sus años hippis para lanzarse a la calle a hacer campaña por un candidato antibélico.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ése es el éxito del movimiento de Obama, su capacidad para transformar en soldados de su revolución a los menos pensados. Ya sean porreros apáticos como Matthew Clay, un bala perdida de 27 años de Nueva York, que de pronto madrugaba para hacer campaña en Union Square, o una madre de familia como Annita.

En contraste con la impecable mansión que tiene en el mismo barrio que el nuevo presidente, su coche está tan lleno de pancartas y cachibaches que le llevó un buen rato hacer sitio en los asientos traseros. «Perdonadme», se disculpó, «llevó tres meses viviendo en este coche». Con él ha recorrido los estados vecinos de Wisconsin e Indiana, conquistando votos para Obama casa por casa.

Como ella, su vecino Paul Gray, un acaudalado galerista de Chicago, se planteaba el miércoles, al celebrar la victoria del primer político al que ha hecho una donación, qué hacer ahora con esa energía desatada. «No podemos dejar que se pierda, especialmente ahora que hemos aprendido a organizarnos. Necesitamos canalizarla en otro esfuerzo. Sólo tenemos que encontrar otra causa capaz de movilizar a la gente y aplicar la misma estrategia». Algunos, como Malba Favors, de 48 años, no soporta la idea de volver a la vida anterior. «¿Cómo puedo conservar este sentimiento de satisfacción de hacer algo bueno por tu sociedad?», se preguntaba.

Y Paul Gray, más que preguntar, tenía una advertencia que transmitió hace un mes al candidato a través de su jefe de campaña, durante una reunión de recaudación de fondos. «Cuando llegues al Despacho Oval, ¿no pierdas nuestro número de teléfono!», le hizo saber. Y no, no cree que se olvide de ellos, el gran puntal de Obama, ahora que está en el poder, «somos demasiado valiosos», sentencia con orgullo el jubiloso galerista.