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ACTIVIDAD. El tránsito de vehículos y de personas es constante en la calle Paúl eb prácticamente todas las horas del día. / CRISTÓBAL
Jerez

En memoria de un conocido apellido vizcaíno

La calle Paúl toma este nombre en 1841 tras ser cedidos estos terrenos al Ayuntamiento por un hacendado jerezano

MANUEL SOTELINO
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La calle Paúl nació con vocación de travesía. La función para la que fue abierta al tránsito público no fue otra que la unión de dos lugares equidistantes. A mediados del siglo XIX, un hacendado jerezano llamado José de Paúl cedió unos terrenos propios al Ayuntamiento de la ciudad, con el fin de hacer un paso que uniera la zona de la serranía gaditana con la carretera que llegaba a Sevilla. Esto ya nos da una idea bastante sólida de la importancia estratégica de Jerez en el ámbito de las comunicaciones por su situación geográfica y del importante comercio que en aquella época ya se mantenía entre los pequeños pueblos serranos de la provincia y la capital Hispalense, que era nudo de enlace a todos los puntos del mundo conocido a través de su puerto de mar.

Las antiguas crónicas de la época nos narran que el terreno donado para este objeto sumó 2500 varas. «El Ayuntamiento, el 16 de marzo de 1841, aceptó con gratitud, en nombre del público, tan trascendental mejora; y dispuso se diese a la nueva vía el respetable nombre de Paúl que hoy lleva, como recuerdo del donante y cumpliendo la expresa condición que el mismo estableció al donarlo, de llevar siempre su apellido procedente de Vizcaya. He aquí el curioso origen del nombre de esta calle», narra el libro de Agustín Muñoz sobre las calles de Jerez.

Desde aquella época romántica al presente ha llovido demasiado. Ahora, en un lateral de la calle observamos el estimable edificio del Consejo Regulador del Vino -o Casa del Vino-, con sus grandes ventanales. Más allá, lo que fueron las bodegas de Don Guido, supuestamente uno de los bodegueros relacionados con la familia William&Humbert. Bodega acrisolada y lugar donde se criaban el fino Pando o el Canasta Cream, buques insignias de la casa. Al fondo está la Casa de la Juventud del Ayuntamiento de Jerez, un lugar donde siempre se pueden ver exposiciones o actividades relacionadas con las nuevas generaciones.

Si cruzamos la calle, nos encontramos con un gran edificio llamado 'del Consejo'. Viviendas bien distribuidas y una gran puerta de garaje para que los vecinos, al menos, no tengan problemas de aparcamiento. En los bajos de dicho edificio está el estanco. Nos sorprende ver en este comercio una cava de puros, que es algo así como una habitación nevera para que los cigarros estén a una temperatura adecuada, aislada de la humedad. Allí está Sandra Fernández, la estanquera de la calle Paúl. En la tienda hay una temperatura adecuada, pero dentro de la cava hace más bien fresquito. Sin embargo, por un momento parece que te transportas a cualquier fábrica de habanos de Cuba. Ese olor seco a hoja de tabaco tan singular. Sandra cambia de conversación y asegura que «la calle está bastante bien; mucho tráfico, mucha gente, pero no está mal».

Justo al lado están los pioneros del comercio en la calle Paúl. La familia Jiménez de los Galanes comenzó con su labor libresca y ahora es todo un referente en el mundo del campo y la agricultura. Se trata de la Librería Agrícola, el lugar donde los estantes están cargados de verdes praderas y de imágenes bucólicas. «Llevamos desde el año 89 con la librería», comenta Félix Jiménez de los Galanes. Los pedidos se están preparando. Algunos llegarán a cualquier confín del mundo puesto que la librería Agrícola es un referente en internet dentro de la especialidad que manejan. Así que los certificados y reembolsos pueblan la mesa de Félix.

En la calle no dejan de pasar coches. Cuando un automóvil va a salir de la zona en batería donde están aparcados, siempre se escucha el silbido de un frenazo inesperado que alerta de la presencia de alguien que se presenta por la calle para dejarlo salir y cubrir el puesto. Apenas una veintena de coches en una zona donde el tránsito es interrumpido durante todo el día. Al fondo, tras el casco de bodega Don Guido, hay una altiva chimenea y sobre ella un frondoso nido de cigüeña. Aunque todavía faltan algunas fechas para que llegue el día de San Blas, la cigüeña parece ser más jerezana que la cancela del Majuelo. Algunos lo achacan al cambio climático, pero también se podría decir que a la cigüeña le encanta Jerez. Lástima que no hable. Ahí está, limpiándose el bello plumón con su afinado pico.

Una estampa que dicen se acabará cuando la retroexcavadora aparezca en la zona y aquello se convierta en la zona cero. Nadie sabe cuándo será el día, pero una afamada constructora lleva amenazando con llegar en cualquier momento los mismos años que los carteles que anuncian la adquisición del casco de bodega. Es decir algo así como un lustro.

Antigüedades

La preciosa bodega de Don Guido lleva levantada en la calle Paúl, posiblemente, algo más de un siglo. Lo mismo, más o menos, que algunos de los muebles que tiene Nacho Gómez en su tienda de decoración. Nacho acaba de llegar con la furgoneta cargada de nuevas adquisiciones. «Ocho años abierto. Comencé con dos muebles y ahora mira cómo está esto; no cabe un alfiler», comenta. Nacho comenzó como creativo publicitario, pero su verdadera ilusión era la decoración y el diseño. Así fue como se lanzó a la restauración de muebles y a continuación a la apertura de una tienda muy original. Muebles de la india, algunos de la época colonial, mantas de Afganistán, cuadros de Mongolia, unos cojines tapizados con piel de cebra, un sombrero de sarakoy o una cubertería artesanal que viene directamente de la China. «Supongo que hemos logrado hacer algo diferente. Creo que estamos a la altura de muchas tiendas de este estilo que te puedes encontrar en Madrid o Barcelona. Lo bueno de este lugar es que aquí vendemos a otros precios más asequibles», subraya. Nacho ha logrado hacerse un hueco con tesón y esfuerzo. No debe de ser nada fácil dedicarse a un tipo de decoración tan específica, en un lugar donde lo provenzal da un toque curioso por unos cuantos euros. Sobre todo en tiempos de crisis. Tanto es así que el proyecto de su nueva tienda podrá ser una sensación en la ciudad. «Estamos en ello. Queremos abrir pronto. Será amplia, con muchos más elementos. Es un proyecto en el que llevo varios años trabajando y que por fin va a ver la luz pronto», comenta.

Desde la calle Paúl todavía se puede coger el camino de Sevilla. A nadie le ha dado por peatonizar la zona. Al menos que se sepa. Los coches siguen sin cesar. No hay hartura. Paúl nació con vocación de travesía, y vive Dios que esta inspiración no la ha abandonado.