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La familia negra de McCain

Los esclavos del tatarabuelo del republicano heredaron su apellido

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El chiste era tan fácil como de mal gusto. Ya saben aquel del esclavista y el esclavo que luchan por llegar a la Casa Blanca. Pero le faltaba rigor, ya que el padre de Barack Obama no era afroamericano sino keniano. Se rompió así una de las partes de la chanza. La otra resiste el embate. Porque el tatarabuelo de John McCain sí tenía bajo su yugo a más de un centenar de trabajadores comprados para labrar su plantación de algodón en el estado de Mississippi. Eso sí, fue antes de las Guerra de Secesión, a principios del siglo XIX. La familia negra de McCain, que lleva su apellido porque en aquella época todos los esclavos heredaban la filiación de su propietario como marca de la hacienda, es, en cambio, seguidora de Obama, por obviedad. «El candidato demócrata es la culminación del sueño por el que han luchado cinco generaciones de nuestra gente, desde que mis antepasados esclavos fueron liberados. Además es la mejor persona para ocupar el cargo en estos momentos de nuestra historia», sostiene Lillie McCain, profesora de Psicología en el Mott Communitty College de Michigan, que ejerce de portavoz de los otros McCain.

Escrutar el pasado

No odia al candidato republicano, pero tampoco lo venera. Su tatarabuelo, el liberado por el jefe William Alexander McCain, sí adoraba a su antiguo dueño. «Isam, que así se llamaba según me contó mi madre, nunca rompió los lazos con la plantación Teoc. Consideraba que su antiguo patrón era un buen hombre, que nunca abusó de sus esclavos», sostiene Lillie, que cuenta con 56 años, a The Wall Street Journal. El diario arribó a la historia alertado por uno de sus lectores.

Su formación académica le ha permitido escrutar en el pasado de su familia en archivos públicos hasta descubrir que el tatarabuelo Isam obtuvo la libertad entorno a 1860. Entonces tenía 34 años y no había visto nada más que la explotación McCain.

«Las relaciones entre ambas ramas de los McCain siempre fueron buenas, incluso estrechas», según Lillie. «No seguimos el ejemplo de muchos negros, que, por repulsa, eliminaron el apellido de su antiguo dueño y optaron por el de Freeman (hombre libre). Nosotros no», señala. Y cuenta más. Muchos descendientes de aquellos McCain, los blancos y los negros, se reúnen una vez al año en una fiesta campestre. «Entre nosotros nos llamamos primos», cuenta esta mujer con un pelo entrecano cortísimo y aspecto andrógino.

No se ha demostrado ninguna conexión biológica, pero Lillie sospecha. «Ningún jefe blanco ha reconocido jamás haber tenido hijos con sus esclavas, pero es algo que se daba entonces. Conociendo cómo trataban los amos a las mujeres que vivían en la hacienda resulta cuanto menos poco común que no hubiera mezcla de sangre», explica.