
Hamilton se corona en la 'foto-finish'
El piloto británico de McLaren se proclama campeón con sudores fríos al adelantar a Timo Glock a dos curvas del final de la temporada
Actualizado: GuardarEl diagnóstico médico aconseja una auscultación inmediata porque la situación puede considerarse de emergencia. Así se expresan los síntomas del sudor frío: piel gélida, húmeda y por lo general, pálida. Y más, dificultad para respirar, molestias en el tórax y pulso débil. Lewis Hamilton se proclamó campeón del mundo por primera vez instalado en esa sensación claustrofóbica, un ascensor sin luz parado en medio de un rascacielos. Ganó un maratón al sprint, con foto-finish incluida y después de varias deliberaciones de los jueces. La Fórmula 1 regaló un veredicto trepidante.
La fascinación surgió por un suceso invisible. La mayoría de ojos humanos en medio mundo no apreciaron el adelantamiento de Vettel y Hamilton a Timo Glock a dos curvas del final de la carrera de Interlagos. Tampoco los rectores de Ferrari, que soltaron por radio una proclamación inservible. Le dijeron a Massa que Hamilton había llegado sexto y que él era campeón. No lo vio la familia del brasileño, que celebró alborozada un título que tendrá que esperar. No alcanzó tampoco a la retina de Nicholas y papá Hamilton, quienes sollozaron derrumbados durante unos segundos antes de la resolución del entuerto. No fue captado por las radios y los periodistas de la sala de prensa de Interlagos, quienes decretaron funeral en McLaren y samba en Ferrari.
Casi nadie distinguió ese adelantamiento a 600 metros de la meta porque el ojo humano ve lo que quiere ver. Sucedió como en esas pruebas psicotécnicas que miden la atención y la concentración con una limitación temporal. Se trata de engañar al receptor: enfocar en una dirección para que no vea lo que ocurre ante sus narices.
Todos los focos gravitaban sobre una única representación: Vettel y Hamilton, Hamilton y Vettel. En el afán por discernir si el inglés recuperaba su corona adelantando al alemán, pocos se percataron de que ambos habían rebasado a un supuesto doblado, Timo Glock, que era cuarto en esos momentos y desnivelaba el Mundial a favor de Massa. Fue el epílogo de una carrera tremenda que eleva a Hamilton a los altares, pero que deja una duda flotando: el inglés tenía perdido el Mundial a dos giros del final por un repentino ataque de flojera.
Hamilton visualizó su entronización con la calculadora. Se dijo a sí mismo que nunca mais y compitió frente a sus temblores y Felipe Massa con el freno de mano mental. Esquivó todos los obstáculos con una extrema precaución. Lo hizo desde la salida, anegada por el agua y un retraso obligado para montar neumáticos de lluvia. También en los cambios de condiciones atmosféricas. Primero fue Kovalainen el conejillo de indias que puso gomas de seco cuando cesó la lluvia.
La gran carrera de Massa, siempre al mando, con lluvia o sin ella, con sus fantasmas acuíferos espantados al fin, obligó a Hamilton a no dormirse. Navegó siempre en una inquietante quinta posición, amenazada en el tramo intermedio por Timo Glock. La fiesta de la cabeza no iba con Hamilton. Allí Massa mantenía a raya a Alonso y a Vettel. Glock empleó demasiado tiempo en su primer repostaje y Hamilton respiró aliviado. Nadie atentaba entonces contra su quinta plaza.
Sucedió que a seis vueltas del final, Nick Heidfeld ingresó en el garaje y cambió las cubiertas. Llovía otra vez. En el zafarrancho general, sólo Glock optó por mantener los secos frente a la fina lluvia que caía sobre Interlagos. En esa maniobra se coló cuarto y dejó a su espalda un duelo irritante para Hamilton. Era quinto y campeón, pero tenía colgado de la chepa a Vettel, el extraordinario alemán que había parado por tercera vez.
A dos vueltas de la clausura, Kubica enredó juguetón para desdoblarse e Inglaterra palideció. A rebufo de su maniobra, Vettel adelantó a Hamilton. Tremendo bofetón para el inglés supersónico, que ayer enseñó una mandíbula de cristal. Era sexto y subcampeón. Percutió y percutió durante tres kilómetros contra Vettel y su Toro Rosso. Nada. El germano es un hueso y futuro gobernador. Hamilton vio a lo lejos el agujero negro del perdedor. Otra vez fulminado en Brasil mientras abrazaba la copa. Y entonces se hizo la magia. Nada por aquí, nada por allá, y aquí está. Sólo Vettel y él mismo sabían que los neumáticos de seco de Glock no habían aguantado a la lluvia. El campeón más joven de la historia en la foto-finish, al sprint, en el último tañido de la campana.