El legado de Bush
Las elecciones del próximo 4 de noviembre que darán paso a una nueva presidencia en EE UU, pondrán fin a ocho años de gobierno de la administración Bush cuyo balance ofrece un saldo manifiestamente negativo tanto en el plano doméstico como en el internacional. Pero su legado no sólo deja al Partido Republicano en uno de los momentos más bajos de las últimas décadas sino que el futuro presidente llegará a la Casa Blanca condicionado por un pesado lastre difícil de administrar. El último tramo del mandato presidencial ha situado al país en el centro de un huracán financiero resultado, en parte, de una incorrecta regulación de los mercados financieros y de una inadecuada política monetaria, que ha colocado a EE UU a las puertas de la recesión generando una gravísima crisis de confianza en el sistema económico global. Pero la administración Bush no solo ha incumplido las promesas republicanas de limitación del gasto público con el desorbitado incremento del presupuesto militar tras el 11 S. También ha favorecido claramente en su política impositiva a quienes contaban con mayores ingresos, dejándose guiar por una filosofía económica basada en el principio de la autorregulación de los mercados que se ha demostrado falsa; lo que no ha impedido al inquilino de la Casa Blanca atender los llamados intereses especiales que le han apoyado en sus dos campañas.
Actualizado: GuardarEn materia institucional, Bush ha dañado seriamente el prestigio y la independencia del Tribunal Supremo de EE UU y de los tribunales federales, a través de la elección de jueces extremadamente ideologizados y sin la preparación suficiente. Y ni siquiera ha demostrado eficacia en la utilización de los recursos públicos como se evidenció con la insuficiente respuesta federal ante el desastre natural del Katrina. Muchos ciudadanos pudieron comprobar entonces la incompetencia de su Gabinete y creció la desconfianza hacia el inquilino de la Casa Blanca. La imagen de EE UU en el mundo ha sufrido un duro castigo en estos años y ha visto disminuido su liderazgo como superpotencia, precisamente, en un contexto de emergencia de nuevos polos de poder en el planeta. Los importantes avances conseguidos en la pacificación de Irak no son suficientes, sin embargo, para compensar el cúmulo de desaciertos en la región y la pésimamente encauzada guerra al terror que ha generado, paradójicamente, la emergencia de más terrorismo de origen islamista y ha fortalecido a los sectores más intransigentes en países con mayoría de población islámica. A partir del 4 de noviembre un nuevo presidente ocupará la Casa Blanca y parece seguro que tratará de distanciarse al máximo de muchas decisiones del antiguo gobernador de Texas. No obstante, el coste para las arcas públicas del rescate financiero y las dos guerras en marcha en Irak y en Afganistán, constituirán graves condicionantes a la hora de empezar una nueva etapa.