Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
CLARO Y DIRECTO. McCain comparece en Ohio tras una reunión con un grupo de asesores económicos. / AFP
ANÁLISIS

Un nuevo estado de excepción

Las elecciones de este martes en Estados Unidos marcarán el fin del interminable mandato de George W. Bush: casi ocho años de plomo de una guerra contra el terror que comenzó con los atentados del 11-S de 2001. Atrás queda una regresión en los derechos fundamentales y las libertades civiles como no se veía desde la caza de brujas del macarthismo. Atrás queda la Ley Patriótica que hubiera autorizado al Ejército norteamericano a tomar incluso el Tribunal Internacional de La Haya en nombre de la seguridad nacional. Si, como es muy probable, vence el senador Obama, la expectación será máxima.

VICENTE PALACIO
Actualizado:

Curiosamente, al sucesor de Bush la agenda política también le vendrá impuesta desde muy pronto por una situación excepcional. Hace siete años fue el mayor ataque terrorista sufrido por EE UU; ahora será la crisis financiera y económica más grande desde el crack de 1929. También la herencia que disfrutó Bush es muy distinta de la que recibirán Obama o McCain. En el primer caso, un superávit presupuestario que permitió aventurarse en Afganistán o Irak; en el segundo, un gigantesco doble déficit, presupuestario y por cuenta corriente. De una hegemonía militar indiscutible, hemos pasado a un escenario donde China, Rusia, Brasil o India ya están reclamando su sitio en el nuevo Directorio mundial. Con Bush, la seguridad determinó en parte la economía (respecto al presupuesto, el déficit, los impuestos, o una política energética basada en el petróleo). Con Obama o McCain, en cambio, será la agenda económica -en su sentido más amplio, también de sostenibilidad- la que va a determinar la seguridad.

El entusiasmo generado inicialmente por Obama contrasta fuertemente con la dura realidad de una economía al borde de la recesión. En Estados Unidos sube el paro; la industria automovilística se hunde; las manufacturas sucumben ante la producción china; la deuda nacional total alcanza ya los 10 trillones (americanos) de dólares. Además, la imagen de EE UU está por los suelos, y el mundo va mal: conflictos en Oriente Medio o el Cáucaso, 1.400 millones de pobres. A nivel doméstico, para Obama la tarea sería muy complicada, porque habrá que sacar dinero de alguna parte para compensar la bajada de impuestos a las clases medias, y sacar adelante los programas sociales en educación y seguridad social y de inversión en nuevas tecnologías.

A nivel internacional, tanto una Administración demócrata como una republicana tendrán que tomar nota de las exigencias de los países ricos y de los emergentes tras la conferencia del G-20 el próximo día 15. Así, el reto del próximo presidente consiste en mantener un equilibrio entre las políticas de socialdemocracia interna y las de socialdemocracia global que demandan los nuevos tiempos. ¿Cómo dar satisfacción a sus propios trabajadores y a los de México; seguridad a sus ciudadanos y a los de Oriente Medio; prosperidad a los suyos y a los desheredados del mundo? Es casi imposible. Pero la grandeza de la política consiste precisamente en hacer cuadraturas de círculos.

Si gana Obama, lo anterior tendrá una repercusión sobre la seguridad, quizá con una reducción del presupuesto militar, una reorientación en Irak y Afganistán, y una reestructuración de los efectivos. Con el imprevisible McCain, la nueva Estrategia de Seguridad para esta etapa no está clara, pero afortunadamente podemos contar con que, al igual que el senador demócrata, cumplirá su promesa electoral de cerrar Guantánamo y restituir la dignidad perdida del país.

Una victoria abultada de los demócratas en el Congreso (la Cámara de Representantes se renueva en su totalidad, y un tercio del Senado) facilitaría la acción de Obama, que contaría pronto con el respaldo del poderosísimo Tribunal Supremo. Estaríamos entonces ante una presidencia sin correctivos internos, como la de Bush. Gane quien gane, si las cosas evolucionan mal, una situación de círculo vicioso de crisis-desconfianza-más crisis podría llevar a EE UU desde una guerra contra el terror a una guerra contra la crisis con soluciones unilaterales. Por eso, es el momento para la Unión Europea de tender una mano a su aliado ayudándole a salir del agujero de Irak o Afganistán, con más tropas o ayuda en reconstrucción civil, y con apoyo diplomático (por ejemplo hacia Irán o Rusia) a cambio de un mayor papel en la reconfiguración de la geopolítica y de la economía mundial. Pero esa alianza sobre nuevas bases sería mucho más difícil con un McCain que no ha dejado atrás las secuelas de la Guerra Fría. El republicano tiene en mente crear una Liga de Democracias -sustituta de unas Naciones Unidas- beligerante con los países díscolos: un nuevo Eje del Mal.

En medio de la crisis del 29, con el país colapsado y la bancarrota general, el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt proclamó que no tenemos que tener miedo de nada, salvo del propio miedo. Era el mundo de entreguerras del siglo XX y algunos no hicieron caso. Ahora puede ser la forma de recomenzar el siglo XXI.