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La Nación árabe de la Unión

Los iraquíes siguen divididos sobre la continuidad de las tropas americanas y lo único que les preocupa es que el próximo presidente mejore la seguridad y sus condiciones de vida

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Una patrulla de soldados estadounidenses recorre a pie las calles del distrito bagdadí de Karrada y rastrea con ayuda de un perro los enormes muros de cemento que rodean el edificio de la Bolsa. Los viandantes se paran inmediatamente como si estuvieran congelados, nadie se cruza en su camino ni les mira muy de cerca. La patrulla avanza y, de pronto, la calle, embarrada por las fuertes lluvias que han caído sobre la capital, se vuelve a llenar de gente que cruza de un lado a otro hundiendo sus chancletas y zapatos en el barro. «No se les puede ni mirar. Si cuando van en coches son peligrosos, a pie lo son aun más», advierte uno de los guardias del mercado financiero mientras cachea a los hombres encorbatados que acceden al edificio.

«Los dos candidatos americanos hablan cada vez menos de Irak y más de economía. La crisis de las hipotecas ha borrado el resto de temas de la agenda y todos sabemos que cuando se nos toca el bolsillo, el resto pasa a un segundo plano. La seguridad ha mejorado y hay menos atentados; es buena señal no figurar en el fin de campaña», asegura Taha Abdulsalam, director del Iraq Stock Exchange. Abierta en 2004, la caída bursátil mundial no afecta a este humilde Wall Street iraquí donde las operaciones se apuntan a mano en pizarras y las acciones se compran en metálico porque «ni tenemos hipotecas, ni vinculaciones con otras economías. Irak es como una isla y nuestro presupuesto depende casi al 100% del petróleo», recuerda Abdulsalam, quien piensa que 2009 será un año complicado por la bajada en el precio de barril de crudo.

Un Irak que importa el 93% de los bienes de consumo debido a la nula actividad industrial de las últimas décadas. La población, que sigue sujeta a una cartilla de racionamiento mensual, desayuna con leche saudí, bebe zumos libaneses, come macarrones iraníes y construye sus casas con ladrillos turcos.

Los comercios normales de Karrada no tienen muros de cemento para protegerles de coches bomba. Abrir la tienda cada día es una actividad de alto riesgo, «pero esto ya no es como en 2006», asegura Ali Salih, responsable de la librería Ziad (Colores). «Nuestro negocio depende más de las condiciones de seguridad que de otra cosa. El próximo presidente americano debe aprender de los errores del pasado. Aquí hemos sufrido una auténtica guerra civil a la que se añadía la lucha de Al-Qaeda y de la resistencia contra los estadounidenses. Ya es pasado y no se puede volver a repetir».

El tema estrella de la semana es la firma del acuerdo (Sofa, siglas en inglés de Acuerdo sobre el Estado de las Fuerzas) para renovar la estancia de las tropas americanas. El sí y el no dividen a un país que ya ha recibido la transferencia en materia de seguridad en trece de las dieciocho provincias, pero que sigue teniendo muchos puntos pendientes de aclarar con Washington y que si Bush no los aborda antes del 20 de enero, tendrá que hacerlo su sucesor.

Modelo de país

«No se trata de que la soberanía esté en juego tal y como nos lo quieren presentar algunos políticos, lo que nos jugamos es el modelo de país que queremos. Firmar con los americanos supone mirar a Occidente y tener acuerdos con el mundo democrático y avanzado. No hacerlo supondría volver al atraso y la dictadura. Está en juego vincular Irak con el mundo libre o con el árabe islámico; es la auténtica lucha de valores». Al-Adili es analista del diario independiente Al-Sabah, el más importante. Como la Bolsa y el resto de edificios oficiales, también los periódicos se esconden tras muros de hormigón. Al-Sabah ha sufrido tres atentados con coche bomba, pero eso no le ha impedido alcanzar una difusión de 50.000 ejemplares.

«Pese a las estrategias electorales, Obama y McCain tienen la misma idea respecto Irak. El triunfo de nuestro proceso democrático pasa por la presencia de EE UU. Una retirada supondría un doble desastre para ellos y para Irak, porque lo que hemos conseguido hasta ahora se esfumaría», advierte Al-Adili.

En el otro extremo se sitúan la mayoría de ciudadanos de a pie que ven a los americanos como invasores cada vez que se cruzan con sus convoyes. Cualquier iraquí se tira horas en los atascos que provocan las cerca de ochenta calles cortadas, según el Ayuntamiento de Bagdad por motivos de seguridad y que hacen imposible la circulación. «Somos un pueblo nacionalista y no nos gusta ver una bandera extranjera ondeando en nuestro suelo. El futuro presidente debe dar el paso que Bush no se ha atrevido a dar y salir de Irak, pero de forma progresiva, sin que afecte a la seguridad», declaran desde la oficina del recién creado Partido Reformista Nacional del ex primer ministro, Ibrahim al-Yafaari. La misma teoría es compartida por los seguidores del clérigo Moqtada al-Sadr y por Irán o Siria, que están siguiendo con lupa el proceso negociador

Problema y no solución

El director del Sindicato de Empresarios es aún más drástico. «Obama habló de dieciséis meses, pero deben ser menos. Los americanos no son la solución, sino más bien la causa de los problemas. Cuando se vayan todo mejorará. Hay mucho mito en torno a Irak y muchas empresas haciéndose de oro a costa nuestra».

En los consejos municipales que administran los distritos de la ciudad están más preocupados por las escasas seis horas de electricidad al día o por los 500 dinares (33 céntimos de euro) que cuesta el litro de gasolina para alimentar los imprescindibles generadores. «En América, como en Irak, los gobernantes miran primero por su pueblo, así que no vamos a pretender ser su prioridad», señala Jasmine Hadi, jefa de la comisión de servicios en Karrada, que se muestra «más preocupada porque los colegios de mi distrito tengan electricidad para los próximos exámenes que por las elecciones. Los niños ya han empezado a recaudar fondos para pagar la gasolina entre todos; es la única manera de no tener que suspender las pruebas».