Zapatero deja en manos de la UE la presencia de España en la cumbre de Washington
El presidente del Gobierno pide paciencia para despejar la incógnita de asistencia al cónclave de refundación del capitalismo «Las cosas a su tiempo, en su momento y en su sitio», pidió
Actualizado: GuardarJosé Luis Rodríguez Zapatero ha puesto en manos de la Unión Europea la suerte de España y su presencia en la reunión de Washington del 15 de noviembre para buscar respuestas a la crisis financiera mundial. El presidente del Gobierno explicó que el formato de esa cita depende de sus organizadores, Estados Unidos y la UE, y a ellos «corresponde decidir» qué países acudirán.
«No hay novedad». Así están las cosas, según el presidente del Gobierno, sobre la participación de España en la reunión de Washington. Rodríguez Zapatero señaló, tras la clausura de la XVIII Cumbre Iberoamericana de El Salvador, que es lógico que los organizadores de la cita determinen los participantes de la misma, y por esa razón dio un valor relativo a los apoyos recabados durante estos tres días en San Salvador, entre ellos los de los tres países de la región socios del G-20 (Brasil, México y Argentina), porque son unos respaldos que «se dan por supuestos» por el peso y la influencia de España entre la comunidad iberoamericana.
Esta relativización otorga un valor secundario a la gestión de Brasil, como presidente de turno del G-20, ante la administración estadounidense para que España sea invitada a la cita junto a otros países emergentes. Fuentes gubernamentales también concedieron una importancia menor a esta gestión, aunque la valoraron, porque la decisión final se tomará en Washington y Bruselas. El jefe del Ejecutivo pidió paciencia para que se despeje la incógnita. «Las cosas a su tiempo, en su momento y en su sitio», dijo en rueda de prensa. Tres variables que apuntan a que la cumbre de la Unión Europea del próximo 7 de septiembre en Bruselas puede ser determinante para que se resuelva si acudirá a la capital estadounidense una semana después.
Rodríguez Zapatero evitó comentar la posible cesión del presidente francés a España de una de sus dos invitaciones para ir a Washington, una como integrante del G-8 y otra como presidente de turno de la UE. Esta posibilidad fue divulgada por el rotativo francés Le Figaro, que agregó que esta salida cuenta con el apoyo del primer ministro británico, Gordon Brown. Un comunicado divulgado ayer por El Elíseo ni confirmó ni desmintió esta alternativa, pero puntualizó que las invitaciones corresponden a los organizadores del encuentro.
Razones y argumentos
El presidente del Gobierno insistió en que España tiene «razones y argumentos» para formar parte de los países que deben trabajar para «transformar el sistema financiero internacional». Pero esa batalla, agregó, debe darla en el ámbito de la UE y no de la Cumbre Iberoamericana, ya que España es «un país europeo y europeísta».
Fuentes de la delegación española no aportaron novedades, aunque subrayaron que «el más optimista» sobre el desenlace de las múltiples jugadas cruzadas en el tablero es el propio Rodríguez Zapatero, que es el que «maneja todas las claves» y «lleva en persona todos los contactos» con los gobernantes de distintos países.
El jefe del Ejecutivo señaló que sus planteamientos, si es invitado a Washington, han quedado claros en la cumbre de San Salvador. Indicó que no se trata de demoler el sistema capitalista, aunque haya un consenso en la crítica y en la necesidad de erradicar «las políticas neoliberales». Se trata de reformar las funciones, el funcionamiento y la composición del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, establecer «reglas» que garanticen la transparencia del sistema, y poner «orden» en la coordinación de los organismos nacionales supervisores de las finanzas. «Interés de lucro (en la banca), sí, pero interés general también», sintetizó.
Rodríguez Zapatero consideró que de la reunión del G-20 debe surgir «una etapa nueva» que será «determinante para décadas». La fase que está por llegar para el sistema financiero mundial, agregó, debe ser fruto de «un gran acuerdo multilateral e incluyente» que tenga en cuenta la realidad geopolítica del siglo XXI, en la que el equilibrio económico y los centros de poder no son los mismos que había en la conferencia de Bretton Woods en 1944, en los estertores de la Segunda Guerra Mundial.