Clinton avala al candidato Obama
El ex presidente elogia las virtudes del senador demócrata y defiende su capacidad frente a las acusaciones de inexperiencia «Necesitamos a alguien que quiera y pueda entender», proclama
Actualizado:En 1992, un político joven y carismático, prácticamente desconocido hasta que triunfó en las primarias, centró su campaña en atacar las políticas fallidas de Bush: subir los impuestos a los ricos para bajárselos a los pobres y reformar la Seguridad Social. ¿Suena familiar? Sí, Bill Clinton y Barack Obama tienen mucho en común, pero hasta el miércoles por la noche no compartieron escenario.
El mítin de Kissimmee (Florida), a las afueras de Orlando, estaba pensado a las once para atrapar los informativos de la noche, pero todos los reporteros que vivieron la era Clinton sabían que el político es incapaz de llegar a tiempo a sus citas, siempre enganchado en conversaciones cotidianas con el primero que le saluda por el camino. Con todo, el mitin de medianoche en el paraíso de los jubilados reunió a 35.000 personas y despertó una inusitada expectación en todo el país.
Amy Klobuchar, estratega demócrata, contó a la MSNBC que cuando ambos aparecieron en las pantallas de televisión del aeropuerto de Portland (Oregón), los viajeros irrumpieron en airada rebelión hasta que un empleado puso a todo volumen los aparatos. Clinton no les decepcionó.
-«Yes, he can!»
Salió al escenario lleno de energía, carismático, elocuente y directo al grano. No necesitaba notas o teleprompter; «la decisión está clara», y para quien todavía esté indeciso ofreció un guión de cuatro puntos para evaluar al mejor candidato: «Su filosofía, su política, su capacidad para tomar decisiones y su capacidad para ejecutar esas decisiones y llevar cambios a la vida de la gente». Y en todas, a su juicio, Obama gana de calle.
La filosofía, porque entiende que EE UU «funciona mejor cuando las cosas fluyen de abajo hacia arriba, no de arriba para abajo». Para las políticas de redistribución de la riqueza expuso de qué forma han desbaratado los republicanos los logros económicos de su mandato, antes de explicar detalladamente por qué el programa de Obama es mejor que el de John McCain, al que no mencionó.
En cuanto a la toma de decisiones, Clinton observó que en estas elecciones ha ocurrido algo «muy inusual, que nunca he visto antes». Y es que los candidatos han tenido que tomar ya dos decisiones presidenciales: una obligatoria, la de elegir al vicepresidente, «y en esa dio en el blanco», y otra con respecto a la crisis financiera. «Ésa la vi de cerca», contó. «¿Sabéis lo que hizo? Aguantó que le criticasen por no decir mucho, pero yo sabía lo que estaba haciendo: habló con sus consejeros económicos, con los míos, llamó a Hillary, a mí, a Warren Buffett, a Paul Volcker, nos llamó a todos. ¿Y sabéis por qué? Porque sabía que era complicado, y antes de decir nada quería entenderlo. Amigos, si algo hemos aprendido es que necesitamos un presidente que quiera y pueda entender». Y bajo su tutela, el público coreó «Yes, he can!».
Coronación
Por último, Clinton advirtió de que el mundo está lleno de gente inteligente, honesta y trabajadora, con la mejor de las intenciones, que no logra convertir sus buenas ideas en cambios verdaderos, «pero si tenéis alguna duda de la capacidad de Obama para ser ese jefe ejecutivo, pensad en vosotros mismos. ¿Ha habido alguna vez una campaña que involucre a tanta gente, use tanto internet y dé tantas oportunidades a la gente para participar?».
Nadie mencionó los 537 votos por los que Al Gore perdió Florida en 2000, ni las papeletas mariposa, ni las urnas preñadas, pero la urgencia de los presentadores para que la gente votara por anticipado revelaba la ansiedad de los demócratas por quitarse la espinita de Florida, que ha votado republicano en las dos elecciones.
La única aparición conjunta de los dos líderes demócratas fue la coronación de una noche en la que Obama logró las mejores críticas por su multimillonario publirreportaje. «La mejor película para que te sientas mejor», se decía en The Washington Post.