Cincuenta años de CICYT
En pleno año polar, de la patata, de Darwin, de San Pablo, de Mendel y con la resaca del año de la JAE, ha pasado totalmente desapercibido el 50 aniversario de la creación del más importante instrumento de la gestión I+D, y seguramente de los más longevos, del panorama político-científico español: la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT).
Actualizado:La CICYT echó a andar el 7 de febrero de 1958, con el nombre de Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica, y le cambiaron el nombre el 14 de abril de 1986, pero no sus funciones, consistentes nada menos que en la programación de las actividades de investigación científica mediante la elaboración de los planes de investigación.
En el momento de su nacimiento, tales funciones eran desarrolladas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En su decreto fundacional de 24 de noviembre de 1939 se indicaba que era creado para « fomentar, orientar y coordinar la investigación científica nacional ». Claro que, debido a su progresión y crecimiento, casi veinte años después de su fundación, el CSIC fomentaba y orientaba la actividad científica, pero no daba abasto para coordinarla, debido fundamentalmente a sus dimensiones. Alguien con talla científica internacional y con visión para la gestión de la ciencia, percibió la necesidad de crear un organismo capaz de asumir la coordinación de la investigación realizada en todos los organismos de los diversos ministerios y en la industria. Ese alguien, que sería presidente del CSIC de 1967 a 1961 fue Manuel Lora-Tamayo (Jerez de la Frontera 1904, Madrid 2002).
Cuando Lora-Tamayo asumió la primera presidencia de la Comisión, el mismo día de su fundación, era catedrático de química orgánica de la Facultad de Ciencias de Madrid, función que comenzó desempeñando en la Facultad de Medicina de Cádiz en 1933, después de doctorarse en química y en farmacia. Además era al menos académico de la Real Academia de Farmacia y de la Real Academia de Ciencias, de la que sería presidente desde 1970 hasta 1985, año que fue nombrado presidente de honor. Como iniciativa derivada de la presidencia, acabaría poniendo en marcha el Fondo Nacional para el Desarrollo de la Investigación Científica -denominado en la actualidad Plan Nacional de Investigación Científica- que pretendía distribuir un presupuesto extraordinario dotado inicialmente con cien millones de pesetas, entre quienes lo solicitasen y mereciesen, de cualquier organismo público de investigación e industria. Fue responsabilidad de la Comisión su reparto.
Su profundo conocimiento del ambiente universitario, científico y de gestión de la I+D le llevaron a ser nombrado Ministro de Educación en 1962, durante cuyo mandato pasó a llamarse Ministerio de Educación y Ciencia, por entender que tal denominación permitiría la aproximación de ambos mundos, fórmula que ha llegado prácticamente hasta nuestros días. Diversas desavenencias le llevaron a dimitir del cargo en 1968, continuando su labor científica e intelectual hasta prácticamente sus últimos días.
La CICYT es hoy considerada como el principal órgano estatal de política científica y tecnológica, siendo la encargada de su planificación, elaboración, coordinación y seguimiento, exactamente lo que comenzó haciendo ahora hace 50 años, de la mano del jerezano D. Manuel Lora-Tamayo.