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SEGUIMIENTO. Medios de todos los países ven en directo el último debate entre los candidatos en el centro de prensa de Nueva York. / AFP
MUNDO

Obama gana la guerra de los anuncios

El candidato demócrata remata la saturación del espacio televisivo al comprar media hora en las principales cadenas

MERCEDES GALLEGO
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Barack Obama hizo historia anoche en la televisión al convertirse en el único candidato en 16 años tan sobrado de dinero que puede permitirse el lujo de comprar media hora de televisión en siete cadenas a la vez para contar sus historias americanas, como tituló el segmento, ilustradas con personajes del pueblo y discurso presidencial.

«Durante los últimos ocho años hemos visto que las decisiones de un presidente pueden tener un efecto en el curso de la historia y en las vida de los estadounidenses», entonó el candidato demócrata que aspira a convertirse en el primer presidente negro de EE UU.

Apareció ante un escritorio flanqueado por la bandera estadounidense, como si ya estuviera en el Despacho Oval hablando a la nación, pero el publi reportaje de 30 minutos producido por el documentalista de Robert Kennedy, Davis Guggenheim, también estaba salpicado por escenas de sus 20 meses de campaña y las historias en primera persona de una serie de estadounidenses que representan los problemas de sus compatriotas.

«Hemos estado hablando de los mismos problemas durante décadas y nunca se hace nada para resolverlos», recordó Obama. Algo que a Bill Clinton no le habrá gustado oír. De hecho, parte de su animadversión hacia el candidato que derrotó a su esposa durante las primarias fue el juicio crítico que en ocasiones hizo del legado político de Clinton, que estuvo ocho años al frente del país. Ambos hombres compartieron anoche escenario por primera y única vez en la campaña, aunque el ex presidente ha participado en otros actos políticos en favor de Obama.

El mitin de Florida era el final de una noche de traca que había empezado a las 8 de la noche hora local en las cadenas NBC, CBS, Fox, Univision, MSNBC, Bet y TV One, a razón de un millón de dólares por cada una de las tres cadenas nacionales, y una cifra mucho menor sin especificar para las de cable.

Un despilfarro que no se había visto desde que el millonario Ross Perrot irrumpió en el bipartidismo presidencial a golpe de talonario, con ocho espacios televisivos de este corte. Seguía los pasos de Richard Nixon, que en 1969 compró dos horas de televisión por 400.000 dólares, y de John Kennedy, que utilizó este recurso de masas para el discurso en el que prometió dejar su religión católica a la puerta del Despacho Oval. CNN, que junto con ABC se resistió a vender el espacio simultáneo «para continuar cubriendo la campaña con todos los candidatos y todos los temas, como siempre hacemos desde todos los puntos de vista», calculaba la factura final en 5 millones de dólares. Nada para los 160 millones que recaudó Obama sólo en septiembre, y más de 600 en toda la campaña.

Su contrincante

En comparación, su rival John McCain anda mucho más limitado al haberse contentado con los 84 millones de dinero público que ha obtenido del gobierno, y que le impiden hacer recaudaciones privadas.

El partido republicano cubre el hueco pagando anuncios por su cuenta, pero con todo se estima que Obama dobla o triplica los de McCain en los estados clave.

El publi reportaje de anoche terminó con una intervención en directo del candidato desde Florida, pero todavía remataría la noche en el popular programa de John Steward The Daily Show. Por su parte McCain le respondió a través de otro show televisivo de máxima audiencia, el de Larry King, donde una vez más prometió no posponer el comienzo de la serie mundial de beisbol para emitir un discurso político, como ha hecho Obama. En realidad, las tres cadenas nacionales han admitido ser ellas mismas las que hablaron con la liga para posponer el comienzo 15 minutos, un retraso que suele ser habitual pero que esta vez estaba garantizado. La sobredosis televisiva de Obama había permitido al republicano resucitar sus ataques de celebridad política que tanto daño le hicieron tras ser aclamado por 200.000 personas en Berlín. Muchos periódicos, como Los Angeles Times, que tachaba la maniobra de vulgar, auguraban que se volverá en su contra.