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«Rezad por nosotros»
La aparición de dos neonazis que llegaron a fraguar un plan para atentar contra el aspirante demócrata ha resucitado todos los temores
Actualizado: GuardarUn escalofrío recorre la espina dorsal de EE UU cada vez que se habla del posible asesinato de Barack Obama. Hillary Clinton tuvo que pedir disculpas sólo por contemplar esa posibilidad en voz alta durante las primarias. Por eso la aparición de dos neonazis que llegaron a fraguar un plan para atentar contra el aspirante demócrata ha resucitado todos los temores.
Paul Schlesselman, de 18 años, y Daniel Cowart, de 20, que confesaron que pretendían acabar con la vida de más de cien estadounidenses negros, fueron acusados ayer de planear una matanza. El fiscal de Jackson (Tennessee) también les ha imputado los delitos de posesión ilegal de una escopeta recortada, conspiración para robar una pistola con licencia federal y amenazas contra un candidato presidencial.
La vida del primer candidato afroamericano que puede ocupar la Casa Blanca preocupa a sus seres queridos desde mucho antes de que las encuestas le auparan en la carrera presidencial. Obama pidió la protección de los servicios secretos en abril de 2007, nueve meses antes de que se depositaran los primeros votos de las primarias, convirtiéndose así en el candidato que más temprano ha solicitado esa vigilancia en toda la historia. Su antecesor, John Kerry no recibió esos servicios hasta febrero de 2004, cuando ya era candidato oficial del partido.
Fueron las amenazas de corte racista que recibía y las multitudes que atraía a su actos electorales lo que inquietó tanto al también senador por Illinois Dick Durbin como para persuadirle. Su esposa, Michelle Obama, ha admitido que la posibilidad de perderle a manos de un asesino fue una de las cosas que le hizo pensárselo antes de darle el visto bueno para la carrera presidencial, pero al final decidió que «hay tantos niños negros que mueren asesinados en las calles» que el bien que puede hacer su marido supera su propio miedo.
«Mandadnos buenas vibraciones», suplicó Obama a la audiencia de Fénix cuando una mujer le expresó sus temores. «Rezad por nosotros. Pensad en positivo. Pero sobre todo, estad vigilantes y detened ese tipo de conversaciones. No tiene que caerte bien Barack para que te disguste oír esas cosas. No tiene gracia».
Perros y detectores
Los servicios secretos buscan más que palabras. Todo el que entra a sus mítines pasa por un detector de metales. Los perros olfatean todo el equipo de la prensa en busca de explosivos. Una docena de agentes con rifles automáticos se aposta en las azoteas cercanas a sus actos de campaña al descubierto sin quitar el ojo de la visor. Los helicópteros peinan los alrededores.
Sólo la seguridad y el montaje de la noche electoral costará a la ciudad de Chicago dos millones de dólares (1,6 millones de euros), que facturará a la campaña del aspirante demócrata.
Nadie duda de que cuando los supremacistas blancos vean como inevitable a un negro en la Casa Blanca, los dos torpes intentos de atentado contra Obama desmantelados hasta ahora en Denver y en Nashville inspirarán a más de un fanático.