BLOQUES. Ni los propios vecinos se ponen de acuerdo sobre cuántos años llevan levantados. / CRISTÓBAL
Jerez

Los Cedros, la vida en los alrededores de Jerez

Desde hace unos quince años, esta zona jerezana es una de las que goza de más ajetreo y vida de la ciudad

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Parece que el personal que vive en Los Cedros no se pone de acuerdo con los años que llevan levantados los bloques allá donde Jerez casi se despide mirando a la carretera de Sevilla. Unos cuentan que quince, otros que algunos años más. Otros, en cambio, se quedan con los doce años. Mismamente, cuando José Gómez llegó a Los Cedros a buscarse la vida fue cuando comenzó a rular por allí la vida. Pepe llevaba unos ahorrillos en los bolsillos y la ilusión puesta en un local comercial.

«Lo bueno de Pepe es que tiene de todo; y si no lo tiene lo busca por donde sea», comenta una señora que vive enfrente. «Lo siento, no puedo opinar más, sólo decirte que aquí se vive muy bien», apunta una mujer que ha pedido un lápiz y un cuaderno para el hijo. Es la papelería El Altillo. «Los chicos del colegio me conocen y todos vienen por aquí para cualquier cosilla que necesiten de material para las clases. Para eso estamos. La verdad es que llevo ya doce años y estoy muy contento de haberme buscado la vida en un lugar tan bueno de Jerez», comenta José Gómez.

Por las mañanas los periódicos, y por la tarde la papelería. Los chavales entran a comprar unas golosinas de vez en cuando, y le dan las gracias a Pepe cuando éste les da unos centimillos de vuelta.

Cuenta José que en el año 1996 llegó y que frente a su local no había más que campo. «Fui el primero en llegar. Aquí no había nada», prosigue. Quien debe saber realmente el tiempo que están construidos los edificios de Los Cedros es el constructor que vino a hacer las viviendas. «Eran malagueños y se llamaban Ciudadsur», explica José.

Dejaron un buen puñado de pisos con las mejores comodidades. Son viviendas que tienen pinta de ser grandes y soleadas. Cuenta el vecindario que hay de hasta cinco dormitorios. Los primeros vecinos en llegar fueron médicos -dicen que había hasta treinta médicos en Los Cedros- empresarios o abogados. Buenos oficios que le dieron buenos aires a la avenida que lleva también el nombre de la capital argentina. Lo malo es que por estos pisos, ahora, se pide la desorbitada cifra de cuarenta millones. Una trampa para toda la vida. Una barbaridad para cualquier bolsillo medio en el que no sobre el dinero.

De Santiago

Antonio Peña también llegó de los primeros a Los Cedros. Ahora es su hijo Jesús quien lleva el supermercado donde se puede encontrar de todo, en la calle Montevideo. Desde las más frescas verduras, a las latas de Nivea que están en formación sobre las vitrinas que hay tras la caja. Ahí es donde está Jesús, controlando lo que sale de la tienda. «Pues ya ves, aquí andamos desde hace ya por lo menos doce años. Es un trabajo al que hay que dedicarle muchas horas. Pero bueno, no me puedo quejar. Los vecinos son estupendos y, aunque la crisis se ha notado un poco, aquí siempre se vende algo», comenta mientras teclea una gran calculadora donde intenta cuadrar las cuentas.

No puede negar su procedencia castiza. Inmediatamente denota que pertenece al corazón de la ciudad, a algún barrio de los que dejan huella. «Somos de Santiago. Allí nos hemos criado todos. Mira ahí tienes al más guapo de Jerez», comenta mientras señala con el dedo un bonito cuadro de El Prendi. Una señora se ha llevado un refresco de dos litros, paga y se pierde por la zona de los bloques de El Altillo.

Peinados

Justo al lado está la peluquería de Juan&Ma. Juan y María son dos peluqueros jóvenes e inquietos que hace un año se asentaron en Los Cedros para desarrollar su profesión. «Juan era conocido porque trabajaba en otra peluquería. Muchos clientes a los que ya les tenía cogido el punto vienen ahora aquí para que siga pelándolos él», comenta María.

Pero como en la peluquería hay algo de trabajo, a pesar de quejarse María de que la crisis se está notando, como Juan no parece decir ni mu, decidimos seguir un poco más adelante a ver dónde podemos enredar y, de camino, enterarnos de algo.

Exterior e interior

María Rueda está en su tienda de Trilogía. «La tienda puede llegar a ser una rareza. Son muchos los servicios que hacemos. Fundamentalmente nos ceñimos a la salud, la belleza y el bienestar. Un trípode que nos ayuda a estar bien con nosotros mismos. Pero muchas veces, cuando alguien entra porque no está muy contento consigo mismo, comenzamos a entender que quizá el origen de todos los males está en el interior. Por eso también atendemos a los males internos», comenta María.

La tienda huele a madera vieja, a frutas maduras y un poco también a vainilla. En el establecimiento de María Rueda se ofrece desde láser para el rejuvenecimiento hasta la radiofrecuencia, el reiki, unos masajes terapéuticos o la aromaterapia. «Me encantan las fragancias», comenta María. Tiene una historia esta mujer que no está muy dispuesta a contar. Para llegar a la deducción de que se puede ayudar a los demás a través de las medidas alternativas debe de haber un bagaje intenso en la vida. Al parecer estuvo en Londres, nació en Sevilla y, desde hace un par de años, reside en Jerez. Una vida interesante que ha llegado a parar al muelle de Los Cedros por sabe Dios qué capricho de la vida.

En Los Cedros está llegando la noche. Ya es hora de ir cerrando y la autoescuela también parece que va a dar de mano. Al fondo está el monumento a la Maternidad, en la rotonda donde comienza la avenida San Joaquín. Una bonita simbología. El gran bloque de viviendas se ilumina cuando anochece. La vida volverá con la luz del nuevo día, cuando el olor a periódico invada la papelería de José Gómez.