El Príncipe reivindica el papel de España en la vanguardia mundial para atajar la crisis
Don Felipe aprovechó la entrega de los premios en Oviedo para avalar la presencia de nuestro país en la próxima cumbre del G-20
Actualizado:La actual crisis económica y financiera es, junto con el cambio climático, la inmigración y la seguridad, una prueba más de que la globalización no tiene marcha atrás posible. Los desafíos y los problemas adquieren alcance planetario y las viejas recetas nacionales o regionales no sirven. El Príncipe de Asturias defendió ayer la necesidad de contar con instituciones internacionales fuertes que «ordenen y regulen la globalización» y reivindicó también la contribución que puede hacer España a ese empeño colectivo.
Las palabras de don Felipe en el teatro Campoamor de Oviedo, durante la entrega de los premios Príncipe de Asturias, sonaron cargadas de significado en un momento en el que España pugna por entrar en la reunión de noviembre del G-20 -los países más ricos y los emergentes- que intentará sentar las bases de un nuevo orden económico mundial.
El heredero de la Corona no mencionó la cita, pero en la mente de buena parte del abarrotado auditorio se interpretó como un aval sutil a los esfuerzos diplomáticos españoles por hacerse invitar, ahora que la crisis exige -y esto sí lo dijo- «un gran esfuerzo de cooperación y concertación mundial». La España sólida, democrática, de las tres últimas décadas «está decidida a contribuir a ese gran esfuerzo multilateral para encauzar el proceso de globalización», añadió.
Este discurso cerró la vigésima octava edición de los premios. El acto fue presidido un año más por la Reina desde un palco, en presencia también de doña Letizia y del nuevo presidente de la Fundación, Matías Rodríguez Inciarte, ex ministro con Calvo Sotelo y hoy vicepresidente del Banco Santander. No hubo ausencias como la del gran Bob Dylan en 2007. Ayer mismo llegaba el cofundador y presidente de Google, Larry Page, para recibir en persona, aunque sin el otro 'padre' del buscador, Sergey Brin, el galardón de Comunicación y Humanidades por «convertir en realidad el ansia de transmitir y recibir información y conocimientos, el anhelo de explicar y entender el mundo», subrayó el Príncipe. Las credenciales de Google incluyen 200 millones de consultas diarias.
Junto a Page -quinta fortuna del mundo según Forbes- desfiló el resto de los premiados. La nota entrañable la pusieron los cuatro jóvenes alumnos que flanqueaban al maestro José Antonio Abreu, creador del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela y premio de las Artes. No dejaron de saludar y recogieron el diploma acreditativo del galardón -dotado con 50.000 euros en cada categoría y la ya célebre escultura de Joan Miró- y los aplausos del público por intentar hacer de éste un mundo menos hostil.
Barbarie o civilización
Cada quien con sus mejores armas. Unos con la literatura y la reflexión, como Atwood y Todorov. Otros con su ejemplo vital de coraje y superación, véanse Betancourt y Nadal. Los demás, poniendo sus neuronas y su empeño en revolucionar las redes de comunicaciones, en idear nuevos materiales útiles en medicina, ingeniería, energía y medio ambiente, o en librar de la marginación y la muerte a jóvenes venezolanos o a los niños africanos víctimas de la malaria.
En nombre de los premiados intervinieron Atwood, Todorov y Betancourt. Hablaron de compromiso, de generosidad con el otro, de valores. Como en su ensayo 'El miedo a los bárbaros', el pensador franco-búlgaro se refirió a las identidades individuales y colectivas en este siglo de migraciones, en el que «numerosos hombres y mujeres deberán abandonar su país de origen y adoptar, provisional o permanentemente, el estatus de extranjero».
Para Todorov, la vara de medir el grado de «barbarie o civilización» de una sociedad es «cómo percibimos y acogemos a los otros». Bárbaros son quienes consideran inferiores a los distintos, inmigrantes, refugiados, exiliados... Ser civilizado significa «reconocer plenamente la humanidad de los otros», así tengan rostros y hábitos distintos. Un signo de inteligencia porque, a la postre, «cada uno de nosotros es un extranjero en potencia».
Atwood, novelista, poeta, autora teatral, crítica, activista del medio ambiente y de la mujer, defendió el arte y la imaginación como baluartes del ser humano, más aún en tiempos de crisis. Las instituciones aparentemente más firmes se sujetan en la imaginación y las ideas, «en nuestra fe en su existencia». «Los bancos más sólidos se desmoronan cuando perdemos la confianza en ellos (...) y lo mismo sucede con las naciones», apuntó.