ANABOLIZANTE

Macondo

Las noticias del diluviazo de Cádiz me van llegando aquí, a Madrid, con cuentagotas. Primero a través del telediario. Les pregunté del tirón a mis padres, que relativizaron: «Sí, hija, ha llovío, ha llovío...» Vamos, que le faltó decirme: «Ahora mismito voy a ponerme una rebequita».

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El caso es que luego voy mirando las fotos que aparecen en la edición digital de este diario y pienso: «Bueno, parece que la cosa fue un poquito más allá». Me entero de las inundaciones, las grandes pérdidas en los negocios, hacía cuarenta años que no había un temporal tan grande... Y flipo cuando leo que están pidiendo que la Bahía sea declarada ¿¿¿zona catastrófica!!! Vuelvo a llamar a mis padres acojonada: «Coño, la cosa ha sido gorda, opá, de rebequita nada...»

Pero el surrealismo viene después de enviar a Cádiz a mi corresponsal personal, Teresita Quintero, que después de tres meses fuera de La Tacita por motivos de trabajo, regresó el pasado lunes, y se apresuró a llamarme para contarme la versión más fidedigna del diluvio, recogida, cómo no, en la barra del Cambalache: Que por lo visto fue horroroso, que la gente se acordó del maremoto de cuando el terremoto de Lisboa, que parecía el Apocalipsis... Pero lo más grande es que, por lo visto, la culpa no fue del tiempo, ni del otoño, ni de la Junta, ni del cambio climático tan cuestionado por Aznarín. No. La culpa fue de que habían quitado el cuadro de La Virgen de la Palma. Parece ser que en cuantito el cuadro se repuso la lluvia paró, como ocurrió hace unos siglos... Y esta razón está siendo aceptada por los gaditanos como lo más normal del mundo. Como cuando viene el afilador y dicen: «Ya va a saltar el levante»...

Estas son las cosas, medio míticas medio de coña, de Cádiz: un Macondo en perpetuo carnaval, con menos espíritus y con más cachondeo. Como si Pericón hubiera versionado Cien años de Soledad.