De cabeza
Víctor Hugo Rascón Banda dijo: «El teatro es la primera de las artes que se enfrenta con la nada, las sombras y el silencio para que surjan la palabra, el movimiento, las luces y la vida».
Actualizado:Partamos de esta reflexión e imaginemos un escenario como si se tratase de una gran pecera. Tomemos en cuenta los cientos de metros cúbicos que contiene y pensemos en un gran escenario a la vez. Pensemos, que de la oscuridad más absoluta y de ese abismo podemos construir cualquier cosa, lo que se nos ocurra con total y absoluta libertad. ¿Cómo llenar ese espacio vacío? Aterra ¿no? Si comparamos la pecera con el escenario nos dará por pensar quizás, que la primera tiene mayor movilidad, claro. Pero allí está la escena-pecera, libre, lista para ser inundada. ¿Qué podemos hacer?
Algunos espectáculos, creo que la gran mayoría, se plantean su particular acuario como si en él los peces pudiesen nadar en el bajo fondo solamente. La flotabilidad de una pecera nos hace darnos cuenta de las limitaciones del escenario. Y es cierto. Pero en el Teatro o en la Danza, algunas veces la flotabilidad es posible y se logra esa magia de lo etéreo encima de las tablas. En nuestra pecera escénica podemos jugar con niveles, con alturas, con perspectivas, con volúmenes y colores, con pasadizos subterráneos y lo más curioso e interesante, con la continuidad del escenario fuera de él a través de la imaginación compartida entre creador y espectador.
Teresa Nieto, con su espectáculo, De cabeza, consigue esa sensación mágica de inundarlo todo, y lo hace además sin apenas elementos. Construye no una pecera, sino una piscina versátil y divertida.
La apuesta de Nieto nos invita a reflexionar sobre nuestra forma de afrontar las decisiones e indecisiones que nos acompañan toda la vida y el miedo a no querer, muchas veces, lanzarnos a ella con el simple afán de probar y no privarnos de la experiencia. Como la misma coreógrafa co-menta en el programa de mano, podríamos sencillamente sentarnos a observar la vida... o vivirla aunque esto implique quebraderos de cabeza.
El espacio esta compuesto por un trampolín casi a primer término derecha, y una pasarela delante y a la izquierda que acotan el borde de la imaginaria alberca. Al fondo, un telón de hilos. Lo demás son cuerpos, formas e interesantes secuencias de los nadadores de esta deslumbrante piscina de la que por fuerza salimos salpicados afortunadamente. Las primeras se-cuencias del espectáculo están determinadas por un vestuario a rayas que nos recuerda un atuendo carcelario.
Una vez dentro del agua, todo cambia hacia el color. La composición espacial es extraordinaria y el trabajo de iluminación en suma destacado. La coreografía transita por el contemporáneo, el flamenco o el tap; y la selección y música original no peca de exceso, al contrario, ayuda a mantener el excelente ritmo de este espectáculo que es un fluir entre burbujas de placer para los sentidos.