DEPORTISTAS. Edurne Pasabán junto a su gran amiga Gisela Pulido, en rueda de prensa. / EFE
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El éxito de la paciencia

La alpinista Edurne Pasabán tuvo que desistir en su asalto al duodécimo 'ochomil' por síntomas de congelación en los pies, pero promete volver

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Hace más de medio siglo, el hombre conquistaba una de sus últimas fronteras. Edmund Hillary se convirtió en la primera persona que ascendía, y lograba regresar con vida, el techo del mundo: el Everest (8.850 metros). Otra fecha que simboliza la incesante búsqueda de nuevas hazañas y retos de superación del ser humano es el 16 de octubre de 1986, cuando el italiano Reinhold Messner ascendió el Lhotse (8.511 metros) y completó los 14 ochomiles que existen en la Tierra.

Ahora, Edurne y dos mujeres más luchan por romper una nueva barrera y convertirse en la primera mujer en escalar todos los ochomiles del planeta. La guipuzcoana ofreció ayer una rueda de prensa para explicar los pormenores de su última aventura en el Himalaya. Estuvo acompañada por la tinerfeña de adopción Gisela Pulido, reciente campeona del mundo de Kitesurf por quinta vez consecutiva.

La competitividad

El pasado 5 de octubre, la alpinista ascendió su undécima cima, el Manaslu (8.163 metros), igualando a sus otras dos rivales, la austriaca Gerlinde Kaltenbrunner y la italiana Nives Meroi. Y no fue nada fácil para la expedición completar la marcha debido a las incesantes nevadas que cayeron durante más de dos semanas. «Lo más duro fue esperar durante 15 días en una tienda del campo base a que el tiempo mejorase», aseguró Pasabán. La situación era preocupante para los ocho miembros del equipo retenidos a casi 5.000 metros de altura con temperaturas cercanas a los 20 grados bajo cero y un viento de 50 kilómetros por hora. Además, como reconoce la alpinista, el paso de los días iba en su contra: «A partir del 10 de septiembre, la temporada cambia mucho, hace más frío y viento y las condiciones para escalar no son las mejores».

Tensa espera

La espera se hizo eterna y desesperante pero la paciencia tuvo su recompensa. El cielo dio un respiro a la expedición que pudo afrontar la ascensión con mayores garantías. De esta forma el 5 de octubre abandonaban el campo 3 (7.400 metros) a las tres y media de la madrugada para alcanzar la cumbre a las nueve de la mañana. «Fue algo espectacular, muy bonito», declaró la montañera de 35 años, aunque reconoció que no es consciente de lo conseguido hasta que desciende y ve los vídeos. «Cuando estás allí arriba, con el esfuerzo, no llegas a disfrutar. Lo haces cuando ves las imágenes», afirmó.

El desenlace en 2009

No contenta con este éxito, Edurne tenía previsto asaltar el Shihsa Pangma (8.046 metros) lo que supondría el duodécimo ochomil, pero el mal tiempo una vez más, sumado a los síntomas de congelación que la vasca tenía en los pies, abortaron cualquier iniciativa de progreso. «No podíamos arriesgarnos a sufrir lesiones por congelación. Fue una decisión dura, pero prefiero esperar al año que viene», explicó. El 2009 se presenta emocionante para conocer quien de las tres alpinistas se proclama vencedora y deja su huella en la historia.